Nos sentimos molestos de no encontrar un libro: ese que debería estar ahí, en ese preciso momento. Acusamos a los libreros de ineptos, sino de conspiradores contra ese libro maravilloso que debería estar en todo punto del universo. En alguna librería que llegué a saberme de memoria, me daba una satisfacción absurda señalarle a un cliente dónde estaba un libro que "no había", según acababan de decirle. Hasta que, a fuerza de observar a los libreros, de hacerme amigo de algunos y de reflexionar en sus problemas, caí en la cuenta de que su papel es imposible. Habiendo, como hay, libreros admirables y libreros ineptos, el problema de fondo rebasa la capacidad personal. Enojarse porque no hay un libro es enojarse con el azar. El problema de fondo es que los libros son sumamente baratos y que por eso hay demasiados libros, aunque la inmensa mayoría tiene una demanda exigua y, lo que es peor, impredecible
Más bien hay que alegrarse por el azar: salir a su encuentro, celebrarlo; explorar las librerías a la expectativa de un milagro. Si no esperas lo inesperado, dijo Heráclito, no lo encontrarás. En las travesías por islas de anaqueles sobrecargados, en las playas desiertas y hasta en los basureros flotantes que oscilan en los muelles, puede venir nadando el encuentro feliz: esa botella al mar que estabas esperando.
Más bien hay que alegrarse por el azar: salir a su encuentro, celebrarlo; explorar las librerías a la expectativa de un milagro. Si no esperas lo inesperado, dijo Heráclito, no lo encontrarás. En las travesías por islas de anaqueles sobrecargados, en las playas desiertas y hasta en los basureros flotantes que oscilan en los muelles, puede venir nadando el encuentro feliz: esa botella al mar que estabas esperando.
Los demasiados libros (1996)
Gabriel Zaid
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