Donald Bolduc. El viaje en globo.
Realmente liberado de sí mismo sólo veo al Robert Walser viajero una
vez, en la ascensión en globo que hizo en su época de Berlín, desde
Bitterfeld, cuyas luces artificiales comenzaban entonces a relucir,
hasta una playa del Báltico. "Tres personas, el capitán, un señor y una
chica joven, suben a la barquilla, sueltan las sogas de sujeción, y la
extraña casa vuela lentamente hacia lo alto, como si todavía pensara
antes en algo... La hermosa noche de luna parece tomar al ostentoso
globo en sus brazos invisibles. Suave y silenciosamente vuela el redondo
cuerpo... (hacia allí) y... sin que apenas... se note, es empujado
hacia el norte por el leve viento". Debajo se ven agujas de campanarios,
callejuelas de aldeas, granjas, un tren que pasa silbando
fantasmalmente, el curso espléndidamente coloreado e iluminado del Elba.
"Planicies curiosamente blancas, como refregadas, alternan con jardines
y pequeñas espesuras de arbustos. Se miran las comarcas de abajo, en
las que el pie no se posa nunca, porque en algunas, incluso en la
mayoría de las comarcas no hay nada que valga la pena buscar. ¡Qué
grande y qué desconocida es para nosotros la Tierra!. Robert Walser,
creo yo, había nacido para ese viaje silencioso por el aire. Siempre, en
todos sus trabajos en prosa, quiere remontarse sobre la pesada vida
terrestre, desaparecer suavemente y sin ruido hacia un reino más libre.
Traducción del alemán de Miguel Sáenz.
El paseante solitario
W. G. Sebald
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