Italo Calvino. Las ciudades invisibles.
Partiendo de allá y caminando tres jornadas hacia levante, el hombre se
encuentra en Diomira, ciudad con sesenta cúpulas de plata, estatuas en
bronce de todos los dioses, calles pavimentadas de estaño, un teatro de
cristal, un gallo de oro, que canta todas las mañanas sobre una torre.
Todas estas bellezas el viajero ya las conoce por haberlas visto también
en otras ciudades. Pero es propio de ésta que quién llega una noche de
septiembre, cuando los días se acortan y las lámparas multicolores se
encienden todas juntas sobre las puertas de las freidurías, y desde una
terraza una voz de mujer grita: ¡uh!, se pone a envidiar a los que ahora
creen haber vivido ya una noche igual a ésta y haber sido aquella vez
felices.
Las ciudades invisibles
Italo Calvino
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