José Jiménez Lozano. Un dedo en los labios.
Cuando el gran hombre leyó la carta de su amigo no entendió al principio casi ninguna de las alusiones a las personas, porque hacía cuarenta años que no había vuelto a su ciudad. Pero poco a poco fue recomponiendo rostros, gestos, lugares y palabras y, como en un rompecabezas algo viejo, fueron emergiendo, aunque parcial o borrosamente, su infancia y adolescencia. Sólo en un caso no encontraba a qué asirse para identificar a la persona de la que su amigo le hablaba: la María Antonia, que había muerto siendo santera de la ermita de San Justo.
Algunos días más tarde, en el pequeño periódico de su ciudad que le remitían, vio su nombre, al resbalar, en su primera página; y allí leyó que había muerto María Antonia González a quien "el gran poeta nacido en esta tierra estuvo sentimentalmente vinculado y que le dio un hijo muerto prematuramente a los pocos días de nacer y al que el gran poeta dedicó un poema que viene en todas las antologías".
Buscó en un libro ese poema y lo leyó atentamente, pero por muchos esfuerzos que hizo no podía recordar nada ni relacionarlo con su vida. Aunque se sintió complacido por lo que decía el periódico, y guardó el recorte.
Un dedo en los labios (1996)
José Jiménez Lozano
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