jueves, 21 de abril de 2016

Caminos

Barry Pringle. Paisaje.

Después de tanto andar, paré en el centro
de la vida: miraba los caminos
largos, atrás; los soles diamantinos,
las lunas plateadas, la luz dentro.

Paré y miré. Saliéronme al encuentro
los días y los años: cien destinos
unidos por mis pasos peregrinos,
embridados y ahondados desde adentro.

Cobré más libertad en la llanura,
más libertad sobre la nieve pura,
más libertad bajo el otoño grave.

Y me eché a caminar, ahondando el paso
hacia la luz dorada del ocaso,
mientras cantaba, levemente, un ave.
                                               (1969)

Hojas de Madrid con La Galerna
Blas de Otero

martes, 19 de abril de 2016

El autor y la escritura

Ernst Jünger. El autor y la escritura.

No escribir nunca sobre alguien que a uno no le agrada.

Palabras aladas. Un nombre puede quedar inscripto en la historia del pensamiento porque tuvo éxito la unión de dos palabras, que pasaron a ser epigramáticas. Ejemplos: la "pausa cradora" de Klatt o "la perfidia del objeto", de Vischer. Estas fórmulas viven en la colección de citas de Büchner; el resto sucumbe al olvido.
La unión de un sustantivo con un adjetivo que hace Linneo, carabus rutilans, pone en franquía el reino de la naturaleza.

Ampulosidad de eruditos. Me rompo la cabeza sobre la siguiente frase: "Si el leer, más allá del aspecto formal de una función cognitiva, abre también un campo especial de la imaginación; si en el leer se constituye la paradoja de una imaginación libre, pero sin embargo ligada al texto; tales problemas no han sido, lamentablemente, tomados en consideración porque se sustraen a la delimitación artificial de un sector de objetos empíricamente psicológicos".
¿Cuál es el conciso significado de esta larga enunciación? La lectura no sólo debe enseñar, sino también divertir.

Más importante que saber si un poeta me gusta o no me gusta, y aún si me causó dolor, es que me haya estimulado. El eslabón hiere al pedernal.

No el pueblo, sino el hombre, es el soberano.

Traducción de Ramón Alcalde

El autor y la escritura (1984)
Ernst Jünger

sábado, 16 de abril de 2016

El porqué de los dichos

José María Iribarren. El porqué de los dichos

Habló el buey y dijo mu

Frase que se aplica a los necios acostumbrados a callar, y que cuando llegan a romper su silencio es solo para decir algún disparate.
Correas cita este dicho en su Vocabulario de refranes, y añade que se aplica «al ignorante que se mete a hablar y dice sin propósito alguna razón necia».
En las Poesías de Juan Bautista Arriaza figura esta donosa fabulilla, que se hizo contra quien, sin nociones de gusto, criticaba lo que no entendía:

Junto a un negro buey cantaban
un ruiseñor y un canario
y en lo gracioso y lo vario
iguales los dos quedaban.

«Decide la cuestión tú»,
dijo al buey el ruiseñor;
y, metiéndose a censor,
habló el buey y dijo: «Mu».

El porqué de los dichos (1955)
José María Iribarren (1906-1971)

viernes, 15 de abril de 2016

Proverbios

Josep M. Albaigès y M. Dolors Hipólito. Gran diccionario múltiple de citas.

Proverbio alemán
Cuando una paloma empieza a frecuentar los cuervos sus plumas permanecen blancas, pero su corazón se vuelve negro.
El vino hace flotar los secretos.

Proverbio árabe
El que quiere amigos sin defecto no tendrá ninguno.
Luego que has soltado una palabra, ésta te domina, ; pero mientras no la has soltado eres su dominador.
Quien no comprende una mirada tampoco comprenderá una larga explicación.

Proverbio chino
Disfruta hoy. Es más tarde de lo que crees.
Es más fácil variar el curso de un río que el carácter de un hombre.
Hay tres cosa que nunca vuelven atrás: la palabra pronunciada, la flecha lanzada y la oportunidad perdida.
Reza, pero no dejes de remar hacia la orilla.

Proverbio estadounidense
Si te molesta que te mientan, no preguntes.

Gran diccionario múltiple de citas (1991) 
Josep M. Albaigès, M. Dolors Hipólito

miércoles, 13 de abril de 2016

Las vidas opacas

Azorín. Las confesiones de un pequeño filósofo.

Yo no he ambicionado nunca, como otros muchachos, ser general u obispo; mi tormento ha sido —y es— no tener un alma multiforme y ubicua para poder viir muchas vidas vulgares y olvidadas; es decir: no poder meterme en el espíritu de este pequeño regatón que está en su tiendecilla oscura; de este oficinista que copia todo el día expedientes y por la noche van él y su mujer a casa de un compañero, y allí hablan de cosas insignificantes; de este saltimbanqui que corre por los pueblos; de este hombre anodino que no sabemos lo que es ni de qué vive y que nos ha hablado una vez en una estación o en un café...
Las pequeñas tiendas tienen un atractivo poderoso. ¿Cómo viven estos regatones, estos percoceros con sus bujerías de plata, estos sombrereros con sus sombreros humildes, estos cereros con sus velas rizadas? Hay en las viejas ciudades españolas calles estrechas —tal vez con el ábside de una vetusta iglesia en el fondo—, donde todos estos mercaders tienen sus tiendecillas, y hay una hora profunda, una hora única en que todas estas tiendas irradian su alma verdadera.
Esta hora es por la noche, después de cenar; ya los canónigos se han retirado de sus tertulias; las calles están desiertas; la campana de la catedral lanza nueve graves y largas vibraciones. Entonces os paseáis bajo los soportales: las tiendas tienen ya sus escaparates apagados; acaso algunas estén también entornadas; pero sentís que un reposo profundo ha invadido los reducidos ámbitos; un hálito de vida monótona y vulgar se escapa de la anaquelería y del pequeño mostrador; tal vez un niño, que se ha levantado con la aurora, duerme de bruces sobre la tabla; en la trastienda, allá en el fondo, se ve el resplandor de una lámpara... Y la campana de la catedral vuelve a sonar con sus vibraciones breves y largas.

Las confesiones de un pequeño filósofo (1904)
Azorín

martes, 12 de abril de 2016

El monte Ooyama

Matsuo Basho. Sendas de Oku.

El dueño de la posada nos advirtió que el camino hacia la provincia de Dewa no era muy seguro, pues había que cruzar el monte Ooyama, y nos recomendó que contratásemos un guía. Como asintiésemos, él mismo se encargó de conseguirlo y al poco tiempo se presentó con un rollizo joven, daga curva al cinto y en la diestra un grueso bastón de roble. El mocetón marchaba adelante de nosotros. Mientras trotaba a su zaga, me decía: "ahora si de seguro nos acecha un percance ". Según lo había anunciado el posadero, la montaña era abrupta y hostil. Ni el grito de un pájaro atravesaba el silencio ominoso; al caminar bajo los árboles la espesura del follaje era tal que de veras andábamos entre tinieblas; a veces parecía caer tierra desde las nubes. Hollamos matas de bambú enano, vadeamos riachuelos, tropezamos con peñascos y, con el sudor helado en el cuerpo, culebreamos sin parar hasta llegar a la villa de Mogami. Al despedirse, el guía nos dijo sonriendo: "en este camino siempre suceden cosas inesperadas y ha sido una fortuna traerlos hasta aquí sin contratiempos". Aún me dan frío sus palabras.

Versión de Octavio Paz y Eikichi Hayashiya

Sendas de Oku
Matsuo Basho (1644-1694)

Manera sencillísima de destruir una ciudad

Paolo Ameli. Amalfi, Italia.

Se espera, escondido en el pasto, a que una gran nube de la especie cúmulo se sitúe sobre la ciudad aborrecida. Se dispara entonces la flecha petrificadora, la nube se convierte en mármol, y el resto no merece comentario.

La vuelta al día en ochenta mundos (1967)
Julio Cortázar (1914-1984)

sábado, 9 de abril de 2016

Viajes con Heródoto

Félix Bonfils. Pirámide de Sakkara, 1857.

No se ocupa del futuro: el mañana no es otra cosa que el hoy de turno; le interesa el ayer, ese pasado que se desvanece, teme que se lo lleve el viento, que desaparecerá de nuestra memoria y lo perderemos. ¿Cómo podemos permitirlo, siendo lo que somos? Y somos seres humanos, pues contamos historias y mitos; en esto nos diferenciamos de los animales, las experiencias y leyendas compartidas cimientan la comunidad y el hombre no puede vivir sino en y gracias a la misma. Aún no se han inventado el individualismo, el egocentrismo, el freudismo, que tardarán dos mil años en aparecer. De momento, la gente se reúne al ponerse el sol ante largas mesas, en torno a una hoguera o bajo un árbol centenario, a poder ser cerca del mar, para comer, beber vino y hablar. Esas charlas rebosan historias, cientos de historias de lo más variado. Si en las proximidades aparece un huésped inesperado, un viajero, lo invitarán a la mesa. Él se sentará y será todo oídos. Al día siguiente seguirá su camino. Al llegar a un nuevo paradero, también allí lo invitarán. El guión de estas tardes se repite. Si el viajero tiene buena memoria -y Heródoto debió de tenerla prodigiosa- con el tiempo acumulará en ella un sinfín de historias. Ésta era una de las fuentes en las que bebió nuestro griego. La segunda, lo que veía. La tercera, lo que pensaba.

Traducción del polaco de Agata Orzeszek

Viajes con Heródoto (2004)
Ryszard Kapuscinski

jueves, 7 de abril de 2016

El tesoro de la sombra

Alejandro Jodorowsky. El tesoro de la sombra.

103
Amarras

—¡Maestro, no sé lo que yo haría sin mí!
—Serías maestro.

191
El perezoso

Año tras año el viejo monje tibetano, en su nevado retiro, hacía girar, dormitando, su molino de rezos. Impulsado por una mano fláccida, el grueso cilindro giraba y giraba enviando hacia el cielo la vibración de sus letras sagradas. Como Dios premia los esfuerzos y no la pereza, cuando llegó la hora de la muerte, ofreció el cielo al molino de rezos y sumió en el infierno al monje.

El tesoro de la sombra (2003) 
Alejandro Jodorowsky

lunes, 4 de abril de 2016

Gaviota muerta

Joseph Kouelka. Gaviota.

Nunca más atravesará
mi hambriento pico
la calma de la niebla.
Nunca más me meceré ansiosa de grasa de foca
en la ola que juega en la luz del sol;
ya no me deleitaré
—en la escarpada escollera
con el hígado del gran bacalao
nunca, oh, nunca.

Pero en la niebla vive mi grito extraviado.
Tú lo has oído, pescador,
y el sonido de una boya ondulante,
el solapado oleaje
te extravió en el mar.
Nunca más chirriarán ansiosos tus escálamos allí fuera.
—Silenciosa es la noche
¡Vive, oh, grito mío solitario!

Traducción de Francisco J. Uriz

Barco fantasma (1929)
Harry Martinson (1904-1978)