San Ambrosio. Tratado de las vírgenes.
Libro primero
Las mujeres que adornan sus cuerpos a manera de ídolos, para ser agradables a los hombres, se disminuyen ante ellos mismos, perdiendo en cambio el amor a sus maridos; porque aquéllos las rechazan por vanas, y éstos por dudar de la fidelidad de ellas, al verlas ocupadas en deshonestas liviandades. Pero vosotras que despreciáis tales ornamentos, os vestís el hábito humilde de la modestia, que es el mejor adorno de la belleza. No os agujeréis las orejas, para colgarles brillantes arracadas, ni ajustéis vuestras gargantas con los collares, que aprisionan la cerviz de las mundanas como el fuerte dogal aprisiona el cuello del esclavo, o la cadena el pie del desdichado galeote condenado a servidumbre por sus crímenes: que cadena es cadena al fin, aunque dorada, su fulgor no hace menos amarga la prisión del encadenado, ni suaviza su desgracia. ¿Le importa acaso estar ligado con hierro o con oro, siendo igualmente prisionero de ambas maneras? ¿Puede el lazo precioso endulzar su cautiverio? ¿Acaso el grillete de oro hará menos infame a la servidumbre?
Traducción de A. Conca
San Ambrosio (340-397)
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