Ilustración de Diego Fernández.
Tras la cerrada ovación que puso término a la sesión plenaria del Congreso Internacional de Lingüistas y afines, la hermosa taquígrafa recogió sus lápices y papeles y se dirigió hacia la salida, abriéndose paso entre un centenar de lingüistas, filólogos. semiólogos, críticos estructuralistas y deconstruccionistas, todos los cuales siguieron su garboso desplazamiento con una admiración rayana en la glosemática.
De pronto, las diversas acuñaciones cerebrales adquirieron vigencia fónica:
—¡Qué sintagma!
—¡Qué polisemia!
—¡Qué significante!
—¡Qué diacronía!
—¡Qué exemplar ceterorum!
—¡Qué Zungenspitze!
—¡Qué morfema!
La hermosa taquígrafa desfiló impertérrita y adusta entre aquella selva de fonemas. Sólo se la vio sonreir, halagada y tal vez vulnerable, cuando el joven ordenanza, antes de abrirle la puerta, murmuró casi en su oído:
—Cosita linda.
Mario Benedetti
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