martes, 29 de enero de 2019

Rosaura a las diez

Marco Denevi. Rosaura a las diez.

Capítulo III

—Pero a mí me interesa Rosaura. Hábleme de Rosaura.
—Sí, Rosaura, Rosaura.
—Sí, a Rosaura la soñé de día. Rosaura fue uno de esos devaneos, una de esas fantasías ociosas... A usted le costará creerlo. Usted es hombre de acción. Yo soy un hombre sin carácter, como dice la señora Milagros. A usted le costará creer que haya gente que pierda el tiempo imaginando cosas. Son pobres, se imaginan que son ricos, que poseen millones, que tienen aquí un palacio, allá una estancia. Dibujan el plano del palacio, el casco de la estancia. Se hacen una lista de todos los trajes, los sobretodos, las camisas, los sombreros que tienen en el guardarropa del palacio. Otra lista de los autos, y otra con los nombres de las amantes. O no han escrito jamás una línea, pero dicen: «Tengo aquí», y se señalan la sien, «tengo aquí una novela que hará época, una novela que, en cuanto salga publicada, me hará famosísimo. Me darán el premio Nobel. Cincuenta ediciones. Una edición especial, en papel biblia, con mi firma. Y luego escribiré un drama. Tres años en cartel. Mil representaciones». Y esto lo dicen sentados en un café, mirando pasar la gente. Y de la novela, del drama, ni una línea.
—¿Rosaura fue un sueño de esa especie?
—Exactamente. El sueño de un imposible. Otros sueñan que son millonarios. Yo soñé que una mujer me amaba.

Rosaura a las diez (1955)
Marco Denevi

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