lunes, 30 de septiembre de 2019

El corazón secreto del reloj

Elías Canetti. El corazón secreto del reloj. 

1975

No dejes que las cartas de otros tiempos te den una imagen falsa de ellos. 

Uno sólo puede vivir no haciendo con mucha frecuencia lo que se propone.

El arte consiste en elegir acertadamente lo que no se hará.

¿Habrá alguna idea que merezca no ser pensada de nuevo?

1976

Dios fue interrumpido por el hombre.

Recibió un puntapié hacia la luz ¿Será feliz?

1980

Tras una vida llena de miedo logró ser asesinado.

Sin el desorden de la lectura no hay un solo escritor.

Ya no me irrita el final feliz del cuento: lo necesito.

Traducción de Juan José del Solar

El corazón secreto del reloj. Apuntes, 1973-1985
Elías Canetti

El corazón secreto del reloj

Elías Canetti. El corazón secreto del reloj. 

1975

No dejes que las cartas de otros tiempos te den una imagen falsa de ellos. 

Uno sólo puede vivir no haciendo con mucha frecuencia lo que se propone.

El arte consiste en elegir acertadamente lo que no se hará.

¿Habrá alguna idea que merezca no ser pensada de nuevo?

1976

Dios fue interrumpido por el hombre.

Recibió un puntapié hacia la luz ¿Será feliz?

1980

Tras una vida llena de miedo logró ser asesinado.

Sin el desorden de la lectura no hay un solo escritor.

Ya no me irrita el final feliz del cuento: lo necesito.

Traducción de Juan José del Solar

El corazón secreto del reloj. Apuntes, 1973-1985
Elías Canetti

sábado, 28 de septiembre de 2019

Actos sacramentales

Kenneth Rexroth. Actos sacramentales.

Plinio - XXXVI - Lampridius - XXIX

Cuando recuerdo esa carta de Plinio
Sobre la vida cotidiana de un hombre de letras
En la época de Trajano -masseuses de
Diversos colores antes del desayuno, todas
Ellas versadas en los poetas griegos,
Discursos filosóficos en el baño, sones de
Flauta y matemáticas con la comida,
Pavos asados para cenar y luego ménades
Diversas o bien astronomía, según el
Talante y el tiempo-, soy presa del asombro.
Aquí estoy yo, pobre, orgulloso y
Hogareño, manejando mi máquina de escribir,
Y por la ventana de mi biblioteca
Veo regresar del instituto, lujuriantes en
Extremo y sacudidas por risitas
Esotéricas, a las distantes hijas de mis vecinos.

Traducción de Carlos Manzano

Actos sacramentales
Kenneth Rexroth

Actos sacramentales

Kenneth Rexroth. Actos sacramentales.

Plinio - XXXVI - Lampridius - XXIX

Cuando recuerdo esa carta de Plinio
Sobre la vida cotidiana de un hombre de letras
En la época de Trajano -masseuses de
Diversos colores antes del desayuno, todas
Ellas versadas en los poetas griegos,
Discursos filosóficos en el baño, sones de
Flauta y matemáticas con la comida,
Pavos asados para cenar y luego ménades
Diversas o bien astronomía, según el
Talante y el tiempo-, soy presa del asombro.
Aquí estoy yo, pobre, orgulloso y
Hogareño, manejando mi máquina de escribir,
Y por la ventana de mi biblioteca
Veo regresar del instituto, lujuriantes en
Extremo y sacudidas por risitas
Esotéricas, a las distantes hijas de mis vecinos.

Traducción de Carlos Manzano

Actos sacramentales
Kenneth Rexroth

jueves, 26 de septiembre de 2019

Vértigo

Hubert de Lartigue. Vértigo.

Varada velocísima en
tu borde,
veraz de veras,
en vilo, en vela
virando hacia,
en ti guarecida,
guarnecida quiero seguir
imaginando cómo se amanece,
capaz de maullar
por las azoteas del frío
o del ardor final,
feliz naciendo
de la diaria muerte.

Oidor andante (1972)
Ida Vitale

Vértigo

Hubert de Lartigue. Vértigo.

Varada velocísima en
tu borde,
veraz de veras,
en vilo, en vela
virando hacia,
en ti guarecida,
guarnecida quiero seguir
imaginando cómo se amanece,
capaz de maullar
por las azoteas del frío
o del ardor final,
feliz naciendo
de la diaria muerte.

Oidor andante (1972)
Ida Vitale

miércoles, 25 de septiembre de 2019

El arte de la memoria

Grabado de Charles-Nicolas Cochin de un dibujo de Jean-Baptiste Oudry. 
Simónides salvado por los dioses.

Capítulo 1

En un banquete que daba un noble de Tesalia llamado Scopas, el poeta Simónides de Ceos cantó un poema lírico en honor de su huésped, en el que incluía un pasaje en elogio de Cástor y Pólux. Scopas dijo mezquinamente al poeta que él sólo le pagaría la mitad de la cantidad acordada y que debería obtener el resto de los dioses gemelos a quienes había dedicado la mitad del poema. Poco después se le entregó a Simónides el mensaje de que dos jóvenes le estaban esperando fuera y querían verle. Se levantó del banquete y salió al exterior, pero no logró hallar a nadie. Durante su ausencia se desplomó el tejado de la sala de banquetes aplastando y dejando, bajo las ruinas, muertos a Scopas y a todos los invitados; tan destrozados quedaron los cadáveres que los parientes que llegaron a recogerlos para su enterramiento fueron incapaces de identificarlos. Pero Simónides recordaba los lugares en los que habían estado sentados a la mesa y fue, por ello, capaz de indicar a los parientes cuáles eran sus muertos. Los invisibles visitantes, Cástor y Pólux, le habían pagado hermosamente su parte en el panegírico sacando a Simónides fuera del banquete momentos antes del derrumbamiento. Y esta experiencia sugirió al poeta los principios del arte de la memoria del que se le consideró inventor. Reparando en que fue mediante su recuerdo de los lugares en los que habían estado sentados los invitados como fue capaz de identificar los cuerpos, cayó en la cuenta de que una disposición ordenada es esencial para una buena memoria.

Traducción de Ignacio Gómez de Liaño

El arte de la memoria (1966)
Frances A. Yates

El arte de la memoria

Grabado de Charles-Nicolas Cochin de un dibujo de Jean-Baptiste Oudry. 
Simónides salvado por los dioses.

Capítulo 1

En un banquete que daba un noble de Tesalia llamado Scopas, el poeta Simónides de Ceos cantó un poema lírico en honor de su huésped, en el que incluía un pasaje en elogio de Cástor y Pólux. Scopas dijo mezquinamente al poeta que él sólo le pagaría la mitad de la cantidad acordada y que debería obtener el resto de los dioses gemelos a quienes había dedicado la mitad del poema. Poco después se le entregó a Simónides el mensaje de que dos jóvenes le estaban esperando fuera y querían verle. Se levantó del banquete y salió al exterior, pero no logró hallar a nadie. Durante su ausencia se desplomó el tejado de la sala de banquetes aplastando y dejando, bajo las ruinas, muertos a Scopas y a todos los invitados; tan destrozados quedaron los cadáveres que los parientes que llegaron a recogerlos para su enterramiento fueron incapaces de identificarlos. Pero Simónides recordaba los lugares en los que habían estado sentados a la mesa y fue, por ello, capaz de indicar a los parientes cuáles eran sus muertos. Los invisibles visitantes, Cástor y Pólux, le habían pagado hermosamente su parte en el panegírico sacando a Simónides fuera del banquete momentos antes del derrumbamiento. Y esta experiencia sugirió al poeta los principios del arte de la memoria del que se le consideró inventor. Reparando en que fue mediante su recuerdo de los lugares en los que habían estado sentados los invitados como fue capaz de identificar los cuerpos, cayó en la cuenta de que una disposición ordenada es esencial para una buena memoria.

Traducción de Ignacio Gómez de Liaño

El arte de la memoria (1966)
Frances A. Yates

lunes, 23 de septiembre de 2019

Apócrifos del libro

Emilio Pascual. Apócrifos del Libro.

El monstruo en su laberinto 

La construcción de la torre empezó a desviarse tras una sucesión de malentendidos. La idea era rozar el cielo con las yemas de los más elevados chapiteles. Viejas leyendas atribuían a aquella llanura al borde del río el emplazamiento de un antiguo paraíso, nebuloso como cualquier edad de oro. La reunión estuvo teñida de melancolía, de victimismo, de soberbia. La melancolía alimentaba por contraste fanáticos fervores: el entusiasmo ciego de quien se siente habitado por los dioses; el victimismo encendía el deseo de desquite; la soberbia iluminaba un fin sin límites. Advertí un ánimo abonado para emprender proyectos temerarios, y propuse la edificación de la torre. Construiríamos la puerta del cielo que en algún momento de una mitología incierta se nos había cerrado; sería como forzar la verja del paraíso perdido, desarmar el querubín y arrebatarle el fuego de la espada. Me nombraron por unanimidad el arquitecto. 
Con ese ardor insano que solo saben provocar la religión o el patriotismo, todos se declararon albañiles. Fui moldeando su sentir como ellos los ladrillos. Hasta hacerles creer que mi voluntad era la suya. Algo tan elemental como la piedra fue sometida a juicio y derrotada. ¿Por qué edificar con piedra, una cosa tradicional y de cantera, cuando podíamos modelar nuestros propios materiales a nuestra imagen y semejanza? Les enseñé el arte del adobe y del ladrillo y su cocción al fuego, sin que alcanzaran a deslindar la tenue línea que separa la libertad del cautiverio: pisar barro y paja para construir la casa ajena es esclavitud; pisar la misma paja, el mismo barro para edificar tu torre, es independencia.

Apócrifos del Libro (2004)
Emilio Pascual 

Apócrifos del libro

Emilio Pascual. Apócrifos del Libro.

El monstruo en su laberinto 

La construcción de la torre empezó a desviarse tras una sucesión de malentendidos. La idea era rozar el cielo con las yemas de los más elevados chapiteles. Viejas leyendas atribuían a aquella llanura al borde del río el emplazamiento de un antiguo paraíso, nebuloso como cualquier edad de oro. La reunión estuvo teñida de melancolía, de victimismo, de soberbia. La melancolía alimentaba por contraste fanáticos fervores: el entusiasmo ciego de quien se siente habitado por los dioses; el victimismo encendía el deseo de desquite; la soberbia iluminaba un fin sin límites. Advertí un ánimo abonado para emprender proyectos temerarios, y propuse la edificación de la torre. Construiríamos la puerta del cielo que en algún momento de una mitología incierta se nos había cerrado; sería como forzar la verja del paraíso perdido, desarmar el querubín y arrebatarle el fuego de la espada. Me nombraron por unanimidad el arquitecto. 
Con ese ardor insano que solo saben provocar la religión o el patriotismo, todos se declararon albañiles. Fui moldeando su sentir como ellos los ladrillos. Hasta hacerles creer que mi voluntad era la suya. Algo tan elemental como la piedra fue sometida a juicio y derrotada. ¿Por qué edificar con piedra, una cosa tradicional y de cantera, cuando podíamos modelar nuestros propios materiales a nuestra imagen y semejanza? Les enseñé el arte del adobe y del ladrillo y su cocción al fuego, sin que alcanzaran a deslindar la tenue línea que separa la libertad del cautiverio: pisar barro y paja para construir la casa ajena es esclavitud; pisar la misma paja, el mismo barro para edificar tu torre, es independencia.

Apócrifos del Libro (2004)
Emilio Pascual 

domingo, 22 de septiembre de 2019

Epigramas

Retrato de Ausonio. Ilustración: Bibliothèque nationale de France.

2

Exhortación a la modestia

Se dice que el rey Agatocles comía en escudillas de barro y que a menudo llenaba el aparador con arcilla de Samos, mientras ponía toscas bandejas bajo sus copas adornadas de joyas, y mezclaba, todo junto, las riquezas y la pobreza. Al preguntarle la razón, contestó: «A mí, que soy rey de Sicilia, me engendró un alfarero». Lleva con moderación tu suerte si te vuelves rico de repente, y habías salido de un humilde lugar.

14

Sobre uno que encontró un tesoro cuando quería colgarse de una soga

Un hombre, en el momento de colgarse de una soga, encontró oro y en el lugar del tesoro dejó la soga: pero quien lo había escondido, al no encontrar el oro, se ató al cuello la soga que sí encontró.

15

Traducido del griego

El comienzo es la mitad del todo

Empieza: la mitad de la obra es haber comenzado.
Queda la otra mitad: empiézala también y habrás acabado.

63

A una estatua de mármol de Níobe

Yo existía: me hicieron una roca y después, pulida por las manos de Praxíteles, vuelvo a gozar de la vida, yo Níobe. La mano del artífice me devolvió todo, pero sigo sin juicio; tampoco lo tuve cuando me atreví a injuriar a los dioses. 

Traducción y notas de Antonio Alvar Ezquerra

Obras II
Décimo Magno Ausonio

Epigramas

Retrato de Ausonio. Ilustración: Bibliothèque nationale de France.

2

Exhortación a la modestia

Se dice que el rey Agatocles comía en escudillas de barro y que a menudo llenaba el aparador con arcilla de Samos, mientras ponía toscas bandejas bajo sus copas adornadas de joyas, y mezclaba, todo junto, las riquezas y la pobreza. Al preguntarle la razón, contestó: «A mí, que soy rey de Sicilia, me engendró un alfarero». Lleva con moderación tu suerte si te vuelves rico de repente, y habías salido de un humilde lugar.

14

Sobre uno que encontró un tesoro cuando quería colgarse de una soga

Un hombre, en el momento de colgarse de una soga, encontró oro y en el lugar del tesoro dejó la soga: pero quien lo había escondido, al no encontrar el oro, se ató al cuello la soga que sí encontró.

15

Traducido del griego

El comienzo es la mitad del todo

Empieza: la mitad de la obra es haber comenzado.
Queda la otra mitad: empiézala también y habrás acabado.

63

A una estatua de mármol de Níobe

Yo existía: me hicieron una roca y después, pulida por las manos de Praxíteles, vuelvo a gozar de la vida, yo Níobe. La mano del artífice me devolvió todo, pero sigo sin juicio; tampoco lo tuve cuando me atreví a injuriar a los dioses. 

Traducción y notas de Antonio Alvar Ezquerra

Obras II
Décimo Magno Ausonio

jueves, 19 de septiembre de 2019

Máximas

Chamfort. Máximas, pensamientos, caracteres y anécdotas.

Lo que he aprendido, no lo sé. Lo poco que sé aún, lo he adivinado.

Me he limitado a buscar todos mis placeres en mi interior, es decir en el exclusivo ejercicio de mi inteligencia. La naturaleza ha puesto en el cerebro humano una pequeña glándula llamada cerebelo, la cual desempeña el papel de un espejo; ahí se representan, mal que bien en grande o en pequeño, en líneas generales o en detalle, todos los objetos del universo, incluidos los productos de su propio pensamiento. Es una linterna mágica que pertenece al hombre y ante la cual se suceden escenas donde es alternativamente actor y espectador.

La vida contemplativa es con frecuencia miserable. Es preciso actuar más, pensar menos y no mirarse vivir.

Existen siglos en los que la opinión pública es la peor de las opiniones.

Traducción de Antonio Martínez Sarrión

Máximas, pensamientos, caracteres y anécdotas
Nicolas Chamfort (1741-1794)

Máximas

Chamfort. Máximas, pensamientos, caracteres y anécdotas.

Lo que he aprendido, no lo sé. Lo poco que sé aún, lo he adivinado.

Me he limitado a buscar todos mis placeres en mi interior, es decir en el exclusivo ejercicio de mi inteligencia. La naturaleza ha puesto en el cerebro humano una pequeña glándula llamada cerebelo, la cual desempeña el papel de un espejo; ahí se representan, mal que bien en grande o en pequeño, en líneas generales o en detalle, todos los objetos del universo, incluidos los productos de su propio pensamiento. Es una linterna mágica que pertenece al hombre y ante la cual se suceden escenas donde es alternativamente actor y espectador.

La vida contemplativa es con frecuencia miserable. Es preciso actuar más, pensar menos y no mirarse vivir.

Existen siglos en los que la opinión pública es la peor de las opiniones.

Traducción de Antonio Martínez Sarrión

Máximas, pensamientos, caracteres y anécdotas
Nicolas Chamfort (1741-1794)

lunes, 16 de septiembre de 2019

Una cosa

Clarice Lispector retratada por Hugo Enio Braz.

1967
9 de diciembre

Vi una cosa. Una cosa en realidad. Eran las diez de la noche en la Plaza Tiradentes y el taxi corría. Entonces vi una calle que nunca más voy a olvidar. No voy a describirla: es mía. Sólo puedo decir que estaba vacía y eran las diez de la noche. Nada más. Pero fui fecundada.

Traducción de Claudia Solans

Descubrimientos
Clarice Lispector

Una cosa

Clarice Lispector retratada por Hugo Enio Braz.

1967
9 de diciembre

Vi una cosa. Una cosa en realidad. Eran las diez de la noche en la Plaza Tiradentes y el taxi corría. Entonces vi una calle que nunca más voy a olvidar. No voy a describirla: es mía. Sólo puedo decir que estaba vacía y eran las diez de la noche. Nada más. Pero fui fecundada.

Traducción de Claudia Solans

Descubrimientos
Clarice Lispector

domingo, 15 de septiembre de 2019

Fragmentos de cuadernos y hojas sueltas

Hugo Enio Braz. Kafka.

Son muchos los que esperan. Una inmensa muchedumbre que se pierde en la oscuridad. ¿Qué quieren? Parece que vienen con determinadas exigencias. Me enteraré de lo que piden y responderé después. Pero al balcón no voy a salir; tampoco podría, aunque quisiera. En invierno cierran la puerta del balcón y no tengo a mano la llave. Pero tampoco me acercaré a la ventana. No quiero ver a nadie, no quiero ver nada que me perturbe; mi sitio está junto al escritorio, la cabeza entre las manos: ésa es mi posición.

He hablado hoy con el capitán en su camarote. Me he quejado de los otros pasajeros. Le dije que aquello no podía recibir el nombre de barco de pasajeros, que por lo menos la mitad de los que iban en él eran gentuza de la peor especie. Que mi mujer apenas se atrevía a salir de la cabina, pero que incluso con la puerta cerrada no se sentía segura y yo tenía que quedarme con ella.

Dos hombres estaban sentados ante una mesa toscamente labrada. Sobre ellos pendía una lámpara de petróleo, de vacilante llama. Era muy lejos de mi tierra natal.

Introducción, traducción y notas de Carmen Gauger

Carta al padre y otros escritos
Franz Kafka

Fragmentos de cuadernos y hojas sueltas

Hugo Enio Braz. Kafka.

Son muchos los que esperan. Una inmensa muchedumbre que se pierde en la oscuridad. ¿Qué quieren? Parece que vienen con determinadas exigencias. Me enteraré de lo que piden y responderé después. Pero al balcón no voy a salir; tampoco podría, aunque quisiera. En invierno cierran la puerta del balcón y no tengo a mano la llave. Pero tampoco me acercaré a la ventana. No quiero ver a nadie, no quiero ver nada que me perturbe; mi sitio está junto al escritorio, la cabeza entre las manos: ésa es mi posición.

He hablado hoy con el capitán en su camarote. Me he quejado de los otros pasajeros. Le dije que aquello no podía recibir el nombre de barco de pasajeros, que por lo menos la mitad de los que iban en él eran gentuza de la peor especie. Que mi mujer apenas se atrevía a salir de la cabina, pero que incluso con la puerta cerrada no se sentía segura y yo tenía que quedarme con ella.

Dos hombres estaban sentados ante una mesa toscamente labrada. Sobre ellos pendía una lámpara de petróleo, de vacilante llama. Era muy lejos de mi tierra natal.

Introducción, traducción y notas de Carmen Gauger

Carta al padre y otros escritos
Franz Kafka

viernes, 13 de septiembre de 2019

Oidor andante

Remedios Varo. La batalla.


La batalla

¿Quién, resonante,
baja por la noche,
sino palabra apolo
con sus flechas furiosas
que hierven al oído
como abejas?
Maligna, triste, silenciosa peste
sobre aquel que rehuye la batalla,
si dentro sintió el fuego.
Para el que acepta,
diaria, contrincante muerte.

La palabra

Expectantes palabras,
fabulosas en sí,
promesas de sentidos posibles,
airosas,
          aéreas,
                   airadas,
                             ariadnas.
Un breve error
las vuelve ornamentales.
Su indescriptible exactitud
nos borra.

Oidor andante (1972)
Ida Vitale

Oidor andante

Remedios Varo. La batalla.


La batalla

¿Quién, resonante,
baja por la noche,
sino palabra apolo
con sus flechas furiosas
que hierven al oído
como abejas?
Maligna, triste, silenciosa peste
sobre aquel que rehuye la batalla,
si dentro sintió el fuego.
Para el que acepta,
diaria, contrincante muerte.

La palabra

Expectantes palabras,
fabulosas en sí,
promesas de sentidos posibles,
airosas,
          aéreas,
                   airadas,
                             ariadnas.
Un breve error
las vuelve ornamentales.
Su indescriptible exactitud
nos borra.

Oidor andante (1972)
Ida Vitale

martes, 10 de septiembre de 2019

Viaje al Oriente

George Owen Wynne Apperley. Recuerdo.

Capítulo primero

La historia de la Humanidad me parece a veces un enorme pliego de láminas que reflejasen la nostalgia más vigorosa y obcecada del hombre: la nostalgia del olvido. ¿No intenta borrar cada generación todo lo que a la anterior le parecía más importante, empleando para ello la coerción, el silencio y la burla? ¿No lo acabamos de vivir últimamente? Recordemos la forma en que una guerra terrible, cruel y larga ha sido olvidada, negada, reprimida y borrada por pueblos enteros, y como estos mismos pueblos, ahora que se han recuperado un poco, tratan de recordar de nuevo mediante excitantes novelas de guerra aquello que ellos mismos provocaron y sufrieron. Llegará también el día en que las hazañas y padecimientos de nuestro Círculo, hoy olvidados o bien ridiculizados por el mundo, sean descubiertos de nuevo. Mis anotaciones servirán para ello.
Una de las peculiaridades de nuestro peregrinaje a Oriente fue que, a pesar de perseguir con este viaje unos fines colectivos muy concretos y elevados (los mismos pertenecen a los secretos del Círculo y me es imposible revelarlos aquí), cada uno de los participantes podía tener al mismo tiempo sus propios objetivos. Es más, debía de tenerlos, ya que nadie podía participar en el viaje sin estos objetivos particulares. Cada uno de nosotros, mientras parecía perseguir un ideal y un objetivo comunes y combatir bajo una misma bandera, llevada en sí como fuerza intrínseca y como último consuelo, sus propios y necios sueños de la infancia. El objetivo particular que me impulsara a mí a emprender el viaje, y por el cual fui preguntado antes de mi admisión en el Círculo por la Gran Silla, era extremadamente sencillo, en tanto que otros miembros se habían propuesto alcanzar fines que, aunque yo respetaba, no acababa de comprender del todo. Uno de ellos, por ejemplo, era buscador de tesoros y en su mente no albergaba otro pensamiento que el de descubrir un gran tesoro al que llamaba «Tao»; a otro, se le había metido en la cabeza cazar una determinada serpiente, la cual, según decía, poseía poderes mágicos y a la que él llamaba «Kundalini», la finalidad que yo me había propuesto representaba el objetivo de toda mi vida; quería realizar el sueño de mis años de adolescencia: ver a la princesa Fatme y, si ello me era posible, conquistar su amor.

Traducción de Víctor Scholz

Viaje al Oriente (1932)
Hermann Hesse

Viaje al Oriente

George Owen Wynne Apperley. Recuerdo.

Capítulo primero

La historia de la Humanidad me parece a veces un enorme pliego de láminas que reflejasen la nostalgia más vigorosa y obcecada del hombre: la nostalgia del olvido. ¿No intenta borrar cada generación todo lo que a la anterior le parecía más importante, empleando para ello la coerción, el silencio y la burla? ¿No lo acabamos de vivir últimamente? Recordemos la forma en que una guerra terrible, cruel y larga ha sido olvidada, negada, reprimida y borrada por pueblos enteros, y como estos mismos pueblos, ahora que se han recuperado un poco, tratan de recordar de nuevo mediante excitantes novelas de guerra aquello que ellos mismos provocaron y sufrieron. Llegará también el día en que las hazañas y padecimientos de nuestro Círculo, hoy olvidados o bien ridiculizados por el mundo, sean descubiertos de nuevo. Mis anotaciones servirán para ello.
Una de las peculiaridades de nuestro peregrinaje a Oriente fue que, a pesar de perseguir con este viaje unos fines colectivos muy concretos y elevados (los mismos pertenecen a los secretos del Círculo y me es imposible revelarlos aquí), cada uno de los participantes podía tener al mismo tiempo sus propios objetivos. Es más, debía de tenerlos, ya que nadie podía participar en el viaje sin estos objetivos particulares. Cada uno de nosotros, mientras parecía perseguir un ideal y un objetivo comunes y combatir bajo una misma bandera, llevada en sí como fuerza intrínseca y como último consuelo, sus propios y necios sueños de la infancia. El objetivo particular que me impulsara a mí a emprender el viaje, y por el cual fui preguntado antes de mi admisión en el Círculo por la Gran Silla, era extremadamente sencillo, en tanto que otros miembros se habían propuesto alcanzar fines que, aunque yo respetaba, no acababa de comprender del todo. Uno de ellos, por ejemplo, era buscador de tesoros y en su mente no albergaba otro pensamiento que el de descubrir un gran tesoro al que llamaba «Tao»; a otro, se le había metido en la cabeza cazar una determinada serpiente, la cual, según decía, poseía poderes mágicos y a la que él llamaba «Kundalini», la finalidad que yo me había propuesto representaba el objetivo de toda mi vida; quería realizar el sueño de mis años de adolescencia: ver a la princesa Fatme y, si ello me era posible, conquistar su amor.

Traducción de Víctor Scholz

Viaje al Oriente (1932)
Hermann Hesse

Calesita

Christiane Vleugels. Calesita.

El carrusel, el tiovivo, el cómo
se llamaba, la calesita, llama
que me ofrecía un ciervo, una calesa
un cisne y un caballo encabritado,
el prodigio que giraba tan quieto,
que tan quieto trotaba por un aire
con organillo y campanillas, aire
que no movía la cola del caballo
dorado y blanco, pero de peligro,
peligro de caerme en pleno vuelo,
de caerme y quedar así olvidada
del padre, de bajar en otro punto
del punto de subida y verme sola,
sin nubes, sin ya viento en el pelo,
perdida sin el miedo delicioso
de volar con las manos aferradas
a crines que me sueltan y yo arcilla
que en el horno del aire recupera
su forma quieta, forma del principio,
de ser sola y sin alas.

Trema (2005)
Ida Vitale

Calesita

Christiane Vleugels. Calesita.

El carrusel, el tiovivo, el cómo
se llamaba, la calesita, llama
que me ofrecía un ciervo, una calesa
un cisne y un caballo encabritado,
el prodigio que giraba tan quieto,
que tan quieto trotaba por un aire
con organillo y campanillas, aire
que no movía la cola del caballo
dorado y blanco, pero de peligro,
peligro de caerme en pleno vuelo,
de caerme y quedar así olvidada
del padre, de bajar en otro punto
del punto de subida y verme sola,
sin nubes, sin ya viento en el pelo,
perdida sin el miedo delicioso
de volar con las manos aferradas
a crines que me sueltan y yo arcilla
que en el horno del aire recupera
su forma quieta, forma del principio,
de ser sola y sin alas.

Trema (2005)
Ida Vitale

lunes, 9 de septiembre de 2019

Elogio de la locura

L. Pardo Figueroa. El sabio.

XXXVII. Volvamos a la felicidad de los locos, los cuales pasan la vida muy alegremente, y después, sin haber tenido miedo ni noción de la muerte, emigran directamente hacia los Campos Elíseos, y allí deleitan con sus gracias a las almas piadosas y desocupadas. Comparemos ahora a cualquier sabio con un loco de esta clase. Tomemos para ello un verdadero modelo de sabiduría, el que ha consumido en el estudio de las ciencias toda la infancia y la juventud, y perdido lo mejor de su vida en vigilias, cuidados y fatigas, y que en todo el resto de su vida no ha saboreado el menor placer; siempre sobrio, pobre, triste, sombrío, severo y duro para sí mismo, grave e insoportable para los demás; muy pálido, delgado, enfermizo, legañoso, con aspecto de viejo, calvo mucho antes de tiempo y que abandona la vida prematuramente. ¿Qué importa, por lo demás, que muera así quien nunca ha vivido? Ahí tenéis la egregia imagen de un sabio.

Elogio de la locura (1511)
Erasmo de Rotterdam

Elogio de la locura

L. Pardo Figueroa. El sabio.

XXXVII. Volvamos a la felicidad de los locos, los cuales pasan la vida muy alegremente, y después, sin haber tenido miedo ni noción de la muerte, emigran directamente hacia los Campos Elíseos, y allí deleitan con sus gracias a las almas piadosas y desocupadas. Comparemos ahora a cualquier sabio con un loco de esta clase. Tomemos para ello un verdadero modelo de sabiduría, el que ha consumido en el estudio de las ciencias toda la infancia y la juventud, y perdido lo mejor de su vida en vigilias, cuidados y fatigas, y que en todo el resto de su vida no ha saboreado el menor placer; siempre sobrio, pobre, triste, sombrío, severo y duro para sí mismo, grave e insoportable para los demás; muy pálido, delgado, enfermizo, legañoso, con aspecto de viejo, calvo mucho antes de tiempo y que abandona la vida prematuramente. ¿Qué importa, por lo demás, que muera así quien nunca ha vivido? Ahí tenéis la egregia imagen de un sabio.

Elogio de la locura (1511)
Erasmo de Rotterdam

domingo, 8 de septiembre de 2019

Tu musa

Gabriel de Cool. La musa.

Covéncete primero de que le caes simpático,
de que lo pasa bien cuando sale contigo.
Llévala a casa luego, sírvele un par de copas
y, en un momento dado, mordisquéale el cuello.
Unas veces querrá pasar al dormitorio,
otras alegará una indisposición
y otras te contará su vida por entregas.
Muéstrale en cada caso la dosis de cariño
que te pidan sus ojos. Sé generoso siempre.
Trata de conservarla como sea a tu lado.
Sin ella, sin tu musa, no eres nadie poeta.

Por fuertes y fronteras (1996)
Luis Alberto de Cuenca

Tu musa

Gabriel de Cool. La musa.

Covéncete primero de que le caes simpático,
de que lo pasa bien cuando sale contigo.
Llévala a casa luego, sírvele un par de copas
y, en un momento dado, mordisquéale el cuello.
Unas veces querrá pasar al dormitorio,
otras alegará una indisposición
y otras te contará su vida por entregas.
Muéstrale en cada caso la dosis de cariño
que te pidan sus ojos. Sé generoso siempre.
Trata de conservarla como sea a tu lado.
Sin ella, sin tu musa, no eres nadie poeta.

Por fuertes y fronteras (1996)
Luis Alberto de Cuenca

miércoles, 4 de septiembre de 2019

Fábulas mitológicas

Higino. Fábulas mitológicas.

221. Los siete sabios

Pítaco de Mitilene, Periandrio de Corinto, Tales de Mileto, Solón de Atenas, Quilón de Esparta, Cleóbulo de Lindos, Biante de Priene. Máximas suyas son:
Cleóbulo, habitante de Lindos, dice: «La medida es lo mejor».
De Periandrio de Éfira aprendes: «Todo debe ser meditado».
Pítaco, nacido en Mitilene, dice: «Conoce el momento oportuno».
Biante de Priene afirma que  «la mayoría de los hombres son malos».
Y Tales de Mileto amenaza: «Para el fiador, ruinas».
«Conócete a ti mismo», dice Quilón, nacido en Esparta.
Y el cecropio Solón aconsejó: «Nada en demasía».

Nota: Éfira, es decir, Corinto.

Traducción, introducción y notas de Francisco Miguel del Rincón Sánchez

Fábulas mitológicas
Higino (64 a. C - 17)

Fábulas mitológicas

Higino. Fábulas mitológicas.

221. Los siete sabios

Pítaco de Mitilene, Periandrio de Corinto, Tales de Mileto, Solón de Atenas, Quilón de Esparta, Cleóbulo de Lindos, Biante de Priene. Máximas suyas son:
Cleóbulo, habitante de Lindos, dice: «La medida es lo mejor».
De Periandrio de Éfira aprendes: «Todo debe ser meditado».
Pítaco, nacido en Mitilene, dice: «Conoce el momento oportuno».
Biante de Priene afirma que  «la mayoría de los hombres son malos».
Y Tales de Mileto amenaza: «Para el fiador, ruinas».
«Conócete a ti mismo», dice Quilón, nacido en Esparta.
Y el cecropio Solón aconsejó: «Nada en demasía».

Nota: Éfira, es decir, Corinto.

Traducción, introducción y notas de Francisco Miguel del Rincón Sánchez

Fábulas mitológicas
Higino (64 a. C - 17)

domingo, 1 de septiembre de 2019

Siete hectáreas de bosque

Giampaolo Guisetti. Árboles.

Siete hectáreas de bosque, que podrían
ser viñedos, o trigo
esperando la siega,
probablemente páramos,
pero serán de bosque,
porque una fundación
privada, que prefiere lo concreto,
lo que pesa, ha plantado
siete hectáreas de bosque
a favor del futuro.

Confiado (2015)
Juan Antonio González-Iglesias

Siete hectáreas de bosque

Giampaolo Guisetti. Árboles.

Siete hectáreas de bosque, que podrían
ser viñedos, o trigo
esperando la siega,
probablemente páramos,
pero serán de bosque,
porque una fundación
privada, que prefiere lo concreto,
lo que pesa, ha plantado
siete hectáreas de bosque
a favor del futuro.

Confiado (2015)
Juan Antonio González-Iglesias