miércoles, 14 de octubre de 2020

Un arte de vivir

André Maurois. Un arte de vivir.

El arte de pensar
III. Pensar con palabras

El hombre que piensa con las manos, obrero, juglar, gimnasta, mueve objetos pesados y resistentes: ladrillos, fardos o su propia persona. El hombre que piensa con palabras no mueve más que sonidos o signos. Esto hace que la acción sea singularmente fácil. Usted se halla por la mañana en el hotel; toca el timbre y pronuncia la palabra: "Té". Unos minutos después vienen a colocarse delante de usted, como por milagro, una taza, un bote de té y agua caliente. Imaginad la complejidad de las acciones reales que han sido necesarias para que estas cosas se os hayan dado. Evocad los chinos cultivando el té, escogiendo estas hojillas, el barco inglés que las ha transportado, el capitán y su tripulación durante el tifón al que han tenido que hacer frente, ese vaquero del Périgord que lleva las bestias al prado, los ordeñadores, el maquinista del tren, el panadero que amasa este pan, las muchachas españolas o provenzales que recolectaron las naranjas con que se ha hecho esta mermelada... Una sílaba ha puesto ha vuestro servicio todos estos seres.
El hombre que piensa con las manos ejerce sobre el universo una acción limitada. No puede actuar más que sobre lo que toca. El hombre que piensa con palabras puede sin esfuerzo poner en movimiento pueblos, ejércitos, continentes. Que tal jefe de Estado , tal presidente del consejo pronuncie la palabra "movilización" y por esta acción minúscula que no ha exigido de él más que un imperceptible movimiento de los labios, arrancará a todos los hombres de Europa de su casa y de su familia, lanzará al cielo escuadrones de bombardeo que destruirán las villas milenarias, asegurará la destrucción de un mundo y el fin de una civilización. Cuando se reflexiona sobre los efectos posibles de una sola palabra, se comprende que el lenguaje haya sido considerado por los pueblos primitivos como un poder mágico. Los indios de Kipling iban a la busca de la "palabra maestra" que debía darles autoridad sobre los hombres y las cosas. Fausto hojeaba los viejos libros de los alquimistas para encontrar en ellos las fórmulas que evocan o espantan los espíritus. En la Mil y una noches, "Sésamo" abría una puerta. En toda sociedad hay palabras que abren las puertas y palabras que evocan a los espíritus del mal. Todo arador paga su comida con algún "Sésamo"; todo motín es desencadenado por una palabra-maestra.

Traducción: Librería Hachette S. A., Buenos Aires

Un arte de vivir (1939)
André Maurois 

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