jueves, 25 de marzo de 2021

Camino nocturno

Ludwig Hohl. Camino nocturno.

La hoja

Un hombre, en su desamparo, llegó caminando hacia la salida de la ciudad, se sentó en un banco de una gran calle proletaria llamada Gürtel. Entonces le cayó encima una hoja, porque esa calle tiene árboles. Por nada del mundo se habría atrevido a tirar esa hoja, era una señal de lo alto, y la conservó.
Tenía que ir a casa, donde había puesto algo para comer; no le impulsaba el hambre, pero tenía que alimentarse, ¿o iba a quedarse allí para siempre y morir? Pero entonces se enfrentó a un dilema extraordinario. Es raro que un hombre camine por la calle con una hoja en la mano y, sin embargo, no podía separarse de la hoja, pues era una señal de lo alto. La llevó, pues, con las manos a la espalda, dándole vueltas con gesto distraído: así se libraba del ridículo. Dándole vueltas y más vueltas, hasta que de repente la hoja cayó al suelo, sucedió en la última calle antes de su casa. Y continuó andando, porque la cobardía era muy grande en su interior, y la hoja quedó tras él, en el suelo.
Dio un paso y luego otro y la hoja seguía en el suelo. Sentía crecer la cobardía, pensaba en campos enormes que crecían al caer la noche, los pensamientos sobre la hoja volvían a aparecer y morían. Pero de pronto se sintió demasiado asustado, y ocurrió: se volvió mecánicamente a recoger la hoja.
En esta última decisión por su suerte y por su vida lo había dado todo y por eso caminó alegre en cuanto comenzó a retroceder, porque no temía a nadie e iba a recoger la hoja.
Era una hoja pequeña, algo mustia, difícil de ver sobre los adoquines.

Caminó un buen trecho sin volver a ver la hoja. Y supo que se la había llevado el viento o los pies de alguna persona. Entonces le invadió una profunda tristeza. Y después, sin embargo, resonó una lejana alegría: porque la llegada de la desgracia no dependía de él. Retrocedió y se dirigió a su casa con paso más alegre.
Cuando hubo recorrido la mitad del camino, vio la hoja. La vio depositada nítida y sencillamente sobre los adoquines. Por lo pequeña y nítida, comprendió también cómo había podido pasarla por alto. La recogió regocijado sin prestar atención a las ventanas por las que miraban las mujeres que sacudían la ropa.

Traducción de Rosa Pilar Blanco
Revisión: Juan Martínez Terrones

Camino nocturno
Ludwig Hohl (1904-1980) 

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