lunes, 14 de junio de 2021

Librerías

Jorge Carrión. Librerías. 

2. Atenas: El comienzo posible

La Biblioteca de Alejandría, según parece, se inspiró en la biblioteca privada de Aristóteles, probablemente la primera de la historia que fue sometida a un sistema de clasificación. El diálogo entre las colecciones privadas y las colecciones públicas, entre la Librería y la Biblioteca, es por tanto tan viejo como la civilización; pero la balanza de la Historia siempre se inclina por la segunda. La Librería es ligera; la Biblioteca es pesada. La levedad del presente continuo se contrapone al peso de la tradición. No hay nada más ajeno a la idea de librería que la de patrimonio. Mientras que el Bibliotecario acumula, atesora, a lo sumo presta temporalmente la mercancía —que deja de serlo o congela su valor—, el Librero adquiere para librarse de lo adquirido, compravende, pone en circulación. Lo suyo es el tráfico, el pasaje. La Biblioteca está siempre un paso por atrás: mirando hacia el pasado. La Librería, en cambio, está atada al nervio del presente, sufre con él, pero también se excita con su adicción a los cambios. Si la Historia asegura la continuidad de la Biblioteca, el Futuro amenaza constantemente la existencia de la Librería. La Biblioteca es sólida, monumental, está atada al poder, a los gobiernos municipales, a los estados y sus ejércitos: además del expolio patrimonial de Egipto, el «ejército de Napoleón se llevó unos mil quinientos manuscritos de los Países Bajos austriacos y otros mil quinientos de Italia, principalmente de Bolonia y el Vaticano», ha escrito Peter Burke en su Historia social del conocimiento, para alimentar la voracidad de las bibliotecas francesas. La Librería, en cambio, es líquida. temporal, dura lo que su capacidad para mantener con mínimos cambios una idea en el tiempo. La Biblioteca es estabilidad. La Librería distribuye, la Biblioteca conserva.

Librerías (2013)
Jorge Carrión 

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