jueves, 29 de julio de 2021

Los trenes se van al purgatorio

Hernán Rivera Letelier. Los trenes se van al purgatorio.

La locomotora emerge a la luz del amanecer corriendo a todo vapor por las llanuras de la pampa. Recortado contra un horizonte en ciernes, el convoy semeja un negro jirón de sombras desprendiéndose de la noche. Y en tanto el diamante de la aurora termina de redondear el día, y el penacho de humo se despide de las estrellas trémulas, los vagones siguen desgranando su penitente rosario de rieles. Jadeante, sin siquiera recibir el saludo crispado de algún cactus reseco, el tren se va adentrando en lo más fiero del desierto, allí donde su paso irá alborotando de vida a esos perdidos pueblos salitreros acurrucados como momias a la orilla de la vía. Tristes escombros abandonados cuyas ánimas —vestidas de sus mejores trajes— aún siguen recibiendo su llegada como si se tratara del acontecimiento más importante del mundo.

Los trenes se van al purgatorio (2000)
Hernán Rivera Letelier 

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