martes, 10 de agosto de 2021

El silencio de la cima

Miguel de Unamuno. Andanzas y visiones españolas.

Unos días en la cumbre silenciosa, en el santuario de Nuestra Señora de la Peña de Francia, teniendo a un lado, al norte, la llanada de Salamanca, como un mar de cálidos matices sembrado de islas de verdura, los manchones de los encinares, y de otro lado, al sur, las abruptas sierras de las Hurdes, y detrás la sabana de Extremadura. Y al pie los pueblecillos de la sierra de Francia, agazapados entre castañares, enviando al cielo limpio el humo de sus hogares, viviendo su vida recogida. Y allí arriba, en la soledad de la cumbre, entre los enhiestos y duros peñascos, un silencio divino, un silencio recreador. Silencio sobre todo.
He vivido unos días de silencio, de augusto silencio. Ni chirriar de cigarras, ni gorjear de pájaros, ni balar de ovejas, y, sobre todo, nada del rumor enloqueciente de las atareadas o alborotadas muchedumbres humanas. A ratos el canto dulce del armonio que en el coro del santuario tocaba algún dominico de los que allí arriba, en aquel verdadero sanatorio, se reponen del rudo invierno de Salamanca.

Recogerse una temporada, si, y callar, callar, envolviéndose como en mortaja de resurrección en el silencio, pero no por mezquinos móviles de defensa y de ataque, no, sino a busca de alguno de nuestros otros yos, de alguno de aquellos que he ido dejando en las encrucijadas del camino de la vida. Pues a cada cruce de caminos que en la vida se nos presenta, cuando tenemos que escoger entre una u otra resolución que ha de afectar a nuestro porvenir todo, renunciamos a uno para ser otro. Llevamos cada uno varios hombres posibles, una multiplicidad de destinos, y según realizamos algo perdemos posibilidades. Y luego suspiramos exclamando: «¡Oh, si entonces hubiera hecho otra cosa!».

Salamanca, agosto de 1911

Andanzas y visiones españolas
Miguel de Unamuno 

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