lunes, 23 de agosto de 2021

Hombre en ruinas

Balaena mysticetus. Ballena boreal. Fuente: Wikimedia Commons.

El almejal

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El mar gris. Las montañas apretadas de manglares. Las nubes como pedazos de una lengua indescifrable. Una hilera de pelícanos atraviesa el horizonte. Escuchamos el ronroneo del motor de la lancha. Azota nuestros rostros una ráfaga de viento. En algún momento aparece una huella de agua en medio del oleaje. El motor se apaga. Miramos, expectantes, hacia los lados. Entonces surge la ballena. Su expiración líquida. La joroba y luego la aleta. El avistamiento es breve como un suspiro. Y duradero como toda la verdad. En nuestros ojos la satisfacción. El asombro modelando las bocas. Esperamos de nuevo. Atentos a una nueva aparición. Así la revelación del poema. Así la persistencia de la poesía.

Hombre en ruinas (2018)
Pablo Montoya 

2 comentarios:

mariposa blanca dijo...

No podía ser más bella la comparación, más exacta.
Al igual que la ballena, la poesía surge de lo profundo y aflora un instante, efímero, sí..., pero suficiente para provocar el asombro de lo maravilloso.

Es un texto inolvidable.

Saludos

Higinio dijo...

La poesía nos arrastra a vivir y a perdurar. Nos toca y nos transforma. Nos conmueve.
Gracias por tu amable comentario.

Un fuerte abrazo, amiga Mariposa Blanca