viernes, 8 de octubre de 2021

Lapidarium IV

Ryszard Kapuscinski. Lapidarium IV.

Lapidarium es un lugar (plazoleta en una ciudad, atrio en un castillo, patio en un museo) donde se depositan piedras encontradas, restos de estatuas y fragmentos de edificaciones —aquí un trozo de lo que había sido un torso o una mano, ahí un fragmento de cornisa o de columna—, en una palabra, cosas que forman parte de un todo inexistente (ya, todavía, nunca) y con las que no se sabe qué hacer.
¿Quedarán tal vez como testimonio del tiempo pasado, como huellas de búsquedas e intentos humanos, como señales? O quizá en este mundo nuestro, tan enorme, tan inmenso y a la vez cada día más caótico y difícil de abarcar, de ordenar, todo tienda hacia un gran collage, hacia un conjunto deshilvanado de fragmentos, es decir, precisamente, hacia un lapidarium.
1988

Sobre el Atlántico; nubes y más nubes; blancas, lanudas, espesas: parece que el avión se deslice por los lomos de un gran rebaño de ovejas. Pero luego las nubes ralean, se retiran, desaparecen. Al cabo de un rato, se ve en el cielo, en el aire, en el espacio tal variedad de fenómenos luminosos inusitados, tanto brillar y centellear, tantos fulgores, destellos y rayos, tantas estelas  de colores y estrellamares plateadas, que se puede acabar por creer en los platillos volantes, en los espíritus extraterrestres y en las señales enviadas desde otros planetas, desde remotas galaxias.

Brooklyn. Harway Avenue. No puedo dormir. Vista nocturna desde la ventana: edificios bajos y, al fondo, un bloque enorme de pisos. Las líneas planas de los tejados. Antenas de televisión. Chimeneas. Podría ser cualquier ciudad industrial polaca: Mielec, Pabianice, Stalowa, Wola. Solo a la llegada del día, la luz diurna aclara la situación: a pesar de todo me encuentro en Nueva York.
Una conferencia en la New School of Social Research. Después de la conferencia, una pregunta de Jonathan Schell: ¿Por qué nadie había previsto el desmoronamiento tan rápido de la Unión Soviética?
Respondo que, en mi opinión, nadie había valorado lo suficiente el poder de dos fuerzas: el nacionalismo y el dinero.

Una mujer en Harway Avenue (Brooklyn). Ayuda a cruzar la calle a los niños que se dirigen a la escuela del barrio. Su uniforme de corte impecable, su cinturón blanco, su gorra blanca con un escudo, sus guantes blancos. Consciente de la importancia de su misión, la gravedad de su semblante; está prestando un servicio. En esto se parecen a los rusos. Servidores. En Polonia, servidor es un término peyorativo. Aquí, en cambio: el orgullo de servir a una causa, a una institución, al Estado.

Tres días en Berlín. Un deambular por la ciudad sin un plan preconcebido; un poco absurdo, pero agradable. Después de años de ausencia, me alegro al descubrir que una tienda o un restaurante que conocía de antes siguen en el mismo lugar, exhiben el mismo rótulo y muestran el mismo interior. Tanto es así que al taciturno dueño de un kiosco de periódicos de la Leibnitzstrasse —que en su tiempo no había despertado mis simpatías precisamente— ahora, después de no haberlo visto durante años, ¡lo he saludado con gran alegría!

Traducción de Agata Orzeszek

Lapidarium IV
Ryszard Kapuscinski

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