lunes, 11 de octubre de 2021

Un sabio

María Zambrano. El pensamiento vivo de Séneca.

Séneca representa para la cultura popular la figura del sabio; así es como está dibujado en la imaginación española. Pero cuando renace, cuando viene a nuestra memoria, es también así, un sabio, es decir, algo que ya no hay.
La imagen del sabio corresponde a la Antigüedad, entendiendo por ella el mundo no cristiano, ya por no haber todavía cristianismo, o por ser perduración al lado del cristianismo, del mundo pagano. Sabio es una figura del mundo pagano, oriental en su más noble antigüedad, es en realidad una de las cosas que Grecia conservó del Oriente, de las muchas cosas, ideas, maneras de sentir la vida y la muerte orientales que Grecia clarificó en su alambique.
Todo sabio conserva esa raíz antigua, no occidental todavía, y por ello resulta un aplacamiento para la mente activa europea, moderna. Pues aunque la palabra «sabio» haga alusión y se dirija claramente al saber, no tiene su esencia en él, como el intelectual moderno. Aristóteles dice en su Metafísica, al comienzo, que de todos los saberes la filosofía es el más noble, valoración que ha permanecido, pero que no ha sido ciertamente muy verdadera. Es muy dudoso que el sabio o intelectual europeo, a partir del Renacimiento, la pasión de saber que le ha devorado no haya tenido otras raíces que algo más que el saber mismo, como lo es también en el mismo Aristóteles, al menos en la filosofía griega, dentro de la cual él estaba enclavado como su plenitud y madurez; bajo el deseo de saber hay siempre algo, un deseo, una necesidad, un amor, una voluntad.

El pensamiento vivo de Séneca (1941)
María Zambrano 

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