lunes, 14 de marzo de 2022

El faro por dentro

Menchu Gutiérrez. El faro por dentro.

En realidad no somos tan distintos. ¿Recuerdas la secuencia? ¿La historia de la luz del faro?
Primero fue el fuego de leña, que se acarreaba al punto más alto de la torre, las hogueras a cielo abierto; luego se prendieron hogueras de carbón, que algunos navegantes confundían con la luz de una estrella. También, bajo la recién nacida cúpula de la linterna, ardieron una mecha de algodón empapada en aceite y un hachón embadurnado de brea. Los barcos se guiaron por la luz de las velas, de las lámparas de petróleo y de gas que precedieron el alumbramiento del ojo eléctrico. El faro se derrumbó y volvió a levantarse, más alto, más firme, más distante también. Sin embargo, incluso ahora, sabiendo que tras las lentes talladas brilla una bombilla de incandescencia, crees ver el fuego original, o sientes su antigua presencia, cuando, desde la distancia, la linterna del faro parece tantas veces el sagrario de una iglesia.
Que no se apague la luz, ésa es la servidumbre vital del guardián de la torre; no puedes dejar que la luz se apague, igual que no puedes dejar de beber o de dormir.

Acababa de oscurecer cuando empezaron a llegar, como el oleaje a la playa, las voces encadenadas de todos los habitantes del faro; un viaje inverso en el tiempo: primero, voces recientes, tan nítidas que podrían ser de ayer; mi propia voz que anunciaba a alguien la próxima mudanza; luego, más oscuras y fragmentadas, fueron haciendo su aparición voces antiguas; unas tras otras, hasta la primera, el eslabón inaugural de la cadena, una voz equivalente al primer crujido que emite un entablado de madera verde al secarse. Su mensaje fue claro: igual que tú, sólo fuimos huéspedes.

El faro por dentro (2011)
Menchu Gutiérrez 

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