lunes, 3 de octubre de 2022

Historia de los alumbrados

Gregorio Marañón. Don Juan.

En la primera parte de su evolución en España, el alumbrado era sólo un caso particular de los iluminados que existían en toda Europa, principalmente en Alemania e Italia. Es decir, gentes que pretendían recibir directamente de Dios, y al margen de los medios de la Gracia dispensados por la Iglesia, una luz especial que les hacía aptos para la revelación y para la perfección. Esta definición que es, poco más o menos, la que se encuentra en los libros autorizados, nos demuestra la vaguedad de la doctrina, que nunca tuvo límites ni estructura precisos, ni taumaturgos ni definidores; y por eso, porque respondía únicamente a un estado de religiosidad exaltado, anárquico, individualista, con carácter constante de rebeldía a las normas oficiales, surgía aquí y allá, en diversos pueblos y tiempos, sobre todo si éstos eran de revuelta espiritual y ansia de renovación.

Menéndez Pelayo observa que la primera vez que aparece la palabra "iluminado" (o "aluminado") en un documento español es en el tratado de las pestíferas bubas, del médico de los reyes católicos Villalobos, en 1498; y ya allí se considera a estos herejes como gente nefanda, digna de sufrir el castigo de los azotes y otros más graves. La palabra "alumbrado", que es típica de la secta española, se lee por primera vez, pocos años más tarde, en un Aviso que Fray Antonio de Pastrana envió al Cardenal Cisneros acerca de un franciscano de Ocaña, "alumbrado por las tinieblas de Satanás". Este Pater recomendaba ya la cópula con santas mujeres para engendrar profetas. Sin embargo, en toda esta primera fase, lo alarmante de la herejía era lo religiosos y no lo que afectaba a las costumbres. Bataillon recuerda a este respecto, con razón, que el edicto promulgado por la Inquisición, en 1525, contra los alumbrados de Toledo, no hace todavía alusión alguna a los vicios impúdicos encubiertos so la capa de los arrebatos místicos de estos sectarios, sino únicamente a sus errores teológicos.

Don Juan (1940)
Gregorio Marañón 

2 comentarios:

Francesc Cornadó dijo...

Hace muchos años leí ese Don Juan, me pareció extraordinario y el Dr. Marañón un auténtico sabio. Lo volvería a leer.
Saludos
Francesc Cornadó

Higinio dijo...

Exquisito escritor el Dr. Marañón. Cada libro suyo es una revelación. Un sabio, como bien dices.

Un fuerte abrazo, amigo Francesc Cornadó