José María Junoy. Las cuatro estaciones.
Desde una hondonada
Alternando con los ardientes terrazgos de arcilla, con las hileras oscuras de desnudos sarmientos, con las márgenes de pedruscos ocrosos y azulados, verdean los trigos en ciernes, los guisantales esmeraldinos, las alcachofas argentadas.
(En la pequeña cisterna ―bíblica― una linda muchacha morena, vestida de color de rosa, bien atadas al robusto tobillo las alpargatas blancas, ha llenado su botijo de barro negro y rezumante.)
Raya el finísimo cielo marmóreo el vuelo estremecido de una bandada de verderones y de jilgueros.
Se oye el plañidero ladrar de un perro lejano.
A través de un collado ―fragante de tomillo, de romero y de espliego― llega hasta nosotros el ruido misterioso y profundo ―el noble, el armonioso coro sofocliano― de la mar.
Mariposa blanca
¡También la mariposa blanca proyecta, al volar entre el cielo y la tierra, su sombra negra!
Las cuatro estaciones (1944)
José María Junoy
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