El globo de TrapisondaCapítulo IFábrica del globo
Era tan grande el vacío cultural, la estupidez ambiente que reinaba en la lejana región de Trapisonda, que el doctor Buenaventura decidió un día construir un globo para viajar a tierras remotas, estudiar nuevas costumbres y hallar desconocidas y posiblemente más elevadas civilizaciones.
Sus conciudadanos, tal como era de prever, se rieron del proyecto. Circulaban leyendas, claro está, sobre aparatos voladores y expediciones prodigiosas, pero los tranquilos vecinos trapisondeños preferían la seguridad de los carros y las caballerías para trasladarse de un lugar a otro (cosa que, por lo demás, no constituía una de sus aficiones favoritas). En efecto, los pocos que se habían aventurado a ir más allá de las montañas que configuraban los límites naturales de Trapisonda o bien no habían regresado jamás, o, si lo hicieron, habían venido hablando de tales yermos, tales extensiones increíbles de agua o arena, que los otros no se habían sentido tentados de repetir la hazaña. Y así, la ciudad que había sido prodigio de la tierra y el tiempo, cuna de príncipes y beatos, muy histórica e ilustre, flor del desierto y admiración de los mundos, había ido hundiéndose en una decadencia que abarcaba todos los aspectos de la vida humana. Faltos del estímulo que hubiera supuesto la existencia de culturas rivales, los trapisondeños olvidaban paulatinamente sus tradiciones intelectuales, sus formas artísticas más preclaras, su filosofía; las escuelas devenían instituciones inútiles y el analfabetismo y la cerrilez se imponían. La ignorancia, en suma, dejaba caer su sombrío manto sobre el otrora bullente progresista país de Trapisonda.
JUAN GIL BENGOA. POSTALES DESDE EL NORTE
Hace 4 horas
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