domingo, 17 de febrero de 2008

Ensayos


Essais
Chapitre 28
Toutes Choses Ont Leur Saison
Ceux qui apparient Caton le censeur au jeune Caton, meurtrier de soy-mesme, apparient deux belles natures et de formes voisines. Le premier exploitta la sienne à plus de visages, et precelle en exploits militaires et en utilité de ses vacations publiques. Mais la vertu du jeune, outre ce que c'est blaspheme de luy en apparier nulle autre en vigueur, fut bien plus nette. Car qui deschargeroit d'envie et d'ambition celle du censeur, ayant osé chocquer l'honneur de Scipion, en bonté et en toutes parties d'excellence de bien loin plus grand et que luy et que tout homme de son siecle? Ce qu'on dit entre autres choses de luy, qu'en son extreme vieillesse il se mit à apprendre la langue Grecque d'un ardant appetit, comme pour assouvir une longue soif, ne me semble pas luy estre fort honnorable. C'est proprement ce que nous disons retomber en enfantillage. Toutes choses ont leur saison, les bonnes et tout; et je puis dire mon patenostre hors de propos, comme on desfera Titus Quintius Flaminius de ce qu'estant general d'armée, on l'avoit veu à quartier, sur l'heure du conflict, s'amusant à prier Dieu en une bataille qu'il gaigna.
Imponit finem sapiens et rebus honestis.
Eudemonidas, voyant Xenocrates, fort vieil, s'empresser aux leçons de son escole: Quand sçaura cettuy-cy, dit-il, s'il apprend encore' Et Philopoemen, à ceux qui hault-louient le Roy Ptolomaeus de ce qu'il durcissoit sa personne tous les jours à l'exercice des armes: Ce n'est, dict-il, pas chose louable à un Roy de son aage de s'y exercer; il les devoit hormais reellement employer. Le jeune doit faire ses apprets, le vieil en jouïr, disent les sages. Et le plus grand vice qu'ils remerquent en nostre nature, c'est que nos desirs rajeunissent sans cesse. Nous recommençons tousjours à vivre. Nostre estude et nostre envie devroyent quelque fois sentir la vieillesse. Nous avons le pied à la fosse, et nos appetits et poursuites ne font que naistre:
Tu secanda marmora
Locas sub ipsum funus, et sepulchri
Immemor, struis domos.
Le plus long de mes desseins n'a pas un an d'estandue, je ne pense desormais qu'à finir; me deffay de toutes nouvelles esperances et entreprinses; prens mon dernier congé de tous les lieux que je laisse; et me despossede tous les jours de ce que j'ay.
Olim jam nec perit quicquam mihi nec acquiritur. Plus superest viatici quam viae.
Vixi, et quem dederat cursum fortuna peregi.
C'est en fin tout le soulagement que je trouve en ma vieillesse, qu'elle amortist en moy plusieurs desirs et soins de quoy la vie est inquietée. Le soing du cours du monde, le soing des richesses, de la grandeur, de la science, de la santé, de moy. Cettuy-cy apprend à parler, lors qu'il luy faut apprendre à se taire pour jamais. On peut continuer à tout temps l'estude, non pas l'escholage: la sotte chose qu'un vieillard abecedaire!
Diversos diversa juvant, non omnibus annis
Omnia conveniunt.
S'il faut estudier, estudions un estude sortable à nostre condition, afin que nous puissions respondre comme celuy à qui, quand on demanda à quoy faire ces estudes en sa decrepitude: A m'en partir meilleur et plus à mon aise, respondit-il. Tel estude fut celuy du jeune Caton sentant sa fin prochaine, qui se rencontra au discours de Platon, de l'eternité de l'ame. Non, comme il faut croire, qu'il ne fut de long temps garny de toute sorte de munition pour un tel deslogement; d'asseurance, de volonté ferme et d'instruction il en avoit plus que Platon n'en a en ses escrits: sa science et son courage estoient, pour ce regard, au dessus de la philosophie. Il print cette occupation, non pour le service de sa mort, mais, comme celuy qui n'interrompit pas seulement son sommeil en l'importance d'une telle deliberation, il continua aussi, sans chois et sans changement, ses estudes avec les autres actions accoustumées de sa vie. La nuict qu'il vint d'estre refusé de la Preture, il la passa à jouer; celle en laquelle il devoit mourir, il la passa à lire: la perte ou de la vie ou de l'office, tout luy fut un.


Ensayos
Capítulo XXVIII
Cada cosa quiere su tiempo

Los que igualan con el Censor a Catón el joven, matado de sí mismo, colocan en el mismo rango dos naturalezas hermosas y de carácter análogo. El primero dio a la suya diversidad mayor de ocupaciones y sobresalió en las empresas militares y en el desempeño de los cargos públicos, mas cuanto a la virtud del joven, sobre ser blasfemia ponerla frente a ninguna otra en punto a vigor, es más pura que la del antiguo. Y en efecto, ¿quién osaría aligerar a éste de ambición y envidia, habiéndose atrevido a atacar el honor de Escipión, el cual sobrepuja en bondad y en todo género de excelencias no ya al viejo Catón, sino a todos los demás hombres de su siglo?
Cuéntase entre otras cosas del primer Catón, que hallándose ya en la vejez extrema se puso a estudiar la lengua griega con deseo ardiente, como para aplacar una sed atrasada. Este rasgo no me parece muy laudable; es lo que con razón llamamos «caer de nuevo en la infancia». Todas las cosas tienen su época adecuada, hasta las más óptimas, y no puedo rezar el padre nuestro sin venir a cuento. Quintilio Flaminio fue destituido del mando, ejerciendo el cargo de general, porque le vieron separado de las tropas en el momento del conflicto dando gracias a Dios en una batalla que ganara.
Imponit finem sapiens et rebus honestis.(1)
Como Eudemónides viera a Jenócrates, ya caduco, asistir puntualmente a las lecciones de su escuela: «¿Cuándo llegará éste, dijo, a saber algo si a estas horas aprende todavía?» Encomiaban algunos al rey Tolomeo porque endurecía su persona todos los días en el ejercicio de las armas, pero Filopómeno decía: «No es cosa digna de alabanza que un monarca de su edad se ejercite en ellas; fuera mejor que supiera ya alcanzar partido para lo venidero.» Debe el joven hacer sus preparativos, el anciano disfrutarlos, dicen los filósofos, y el vicio mayor que éstos advierten en el hombre es que nuestros deseos rejuvenecen sin cesar. Constantemente comenzamos a vivir de nuevo.
Nuestro estudio y nuestro anhelo debieran sentir algunas veces la vejez. Tenemos ya un pie en la sepultura, y nuestros apetitos y perseguimientos no hacen sino renacer:
Tu secanda marmora
locas sub ipsum funus, et, sepulcri
immemor, struis domos.(2)
El más delicado de mis designios cuenta sólo un año de duración: pienso sólo desde ahora en acabar, me desentiendo de toda esperanza nueva y de toda empresa; digo adiós a todos los lugares que abandono, y a diario de lo que tengo me desposeo.
Olim jam nec perit quidquam mihi, nec acquiritur... plus super est vialici quani viae.(3)
Vixi, et quem dederat cursura fortuna peregi.(4)
Y en conclusión, todo el alivio que en mi vejez encuentro consiste en que me amortigua varios deseos y cuidados, los cuales apartan el sosiego de la vida: el cuidado del trato social, el de las riquezas, el de la grandeza, el de la ciencia y el de la salud de mi individuo. Aprende aquél a hablar: cuando lo precisa enseñarse a callarse para siempre. Puede el estudio continuarse en todo tiempo, pero no el aprendizaje: ¡en verdad que es cosa triste un anciano deletreando el abc!
Diversos diversa juvant; non omnibus annis
omnia conveniunt.(5)
Si hace falta estudiar, ocupémonos en un estudio adecuado con nuestra condición, a fin de que nos sea dable contestar como aquel a quien preguntaron a que fin se quebraba la cabeza, ya decrépito: «Para partir mejor y más a mi gusto», respondió. Tal fue la labor de Catón, el joven, quien al sentir su fin próximo echó mano del discurso de Platón sobre la inmortalidad del alma; y no hay que creer que no estuviera de antemano provisto de toda suerte de municiones para una mudanza semejante: seguridad, voluntad firme e instrucción, tenía más que Platón mismo haya podido almacenar en sus escritos. Estaban su ciencia y su vigor, en este particular, por cima de la filosofía; empleose en aquella lectura no para el servicio de su muerte, sino que, como quien no interrumpe ni siquiera las horas de su sueño con la importancia de tamaña deliberación, continuó también sus estudios sin modificación ninguna lo mismo que las demás acostumbradas acciones de su vida. La noche en que fue rechazado de la pretura, la pasó jugando; la en que debía morir, la pasó leyendo: así la pérdida de la vida como la del cargo eran para él cosas indiferentes.

1.El hombre, prudente es dueño de sus acciones aun para hacer el bien. JUVENAL, VI, 444
2.Haces tallar mármoles cuando la muerte te amenaza, y piensas sólo en edificar casas sin acordarte de construir un sepulcro. HORACIO, Od., II, 18, 17.
3.Hace mucho tiempo que mis bienes ni crecen ni menguan; para lo que me queda por vivir tengo de sobra. SÉNECA, Epíst. 77.
4.Viví y cumplí la misión que el destino me tenía mandada. VIRGILIO, Eneida, IV, 653.
5.A diferentes personas convienen cosas distintas, y cada cosa sirve en su sazón. PSEUDO-GALLUS, I, 104.

Ensayos

(Trad: Constantino Román y Salamero)
Michel de Montaigne

5 comentarios:

Higinio dijo...

Montaigne dijo que sus Ensayos no contenían otra cosa más que a él mismo. Un ejemplar de sus Ensayos traducido al inglés tiene la firma de Shakespeare.Y de Shakespeare solo se conservan cinco firmas.
Con treinta y ocho años y, tras trabajar de magistrado, se encierra en su castillo rodeado de una considerable biblioteca consagrado a su libertad,a su tranquilidad y a su ocio.
Un ejemplar de los Comentarios de César que se conserva en la biblioteca de Chantilly tiene seiscientas anotaciones hechas po Montaigne.

Ar Lor dijo...

Montaigne, se retiró a su castillo, ¿y nosotros? ¿a un residencia de ancianos...escritores?

Gavilán dijo...

No te preocupes, Ar Lor, compraremos una casa para los cuatro, donde cada uno tendrá su despacho, y, todas las noches, después de cenar poquita cosa y tomarnos el té o el café, cotejaremos entre todos lo que hayamos escrito durante la jornada. ¿Te gusta el plan?

Ar Lor dijo...

¡Bestial! A ver como convencemos a las auténticas fuerzas que gobiernan nuestras vidas.

Gavilán dijo...

Ellas tendrán otra casita... un poquito lejos.