Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos a la calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcanterilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en casa, a esa hora y con la casa tomada.
Casa tomada
Julio Cortázar
3 comentarios:
Muy buena entrada, Gavilán.
La imagen de tu mentor, debe de proporcionarte un infinito placer, a mí me lo ha producido.
Lo llevo a mi espalda como una losa. Después de leerle supe que jamás escribiría una novela. Así que...
Escribes novelas, Gavilán...novelas enanas.Y en Literatura el tamaño no importa, y si hacemos caso a Gracián, cuánto mas pequeña, mejor.
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