"La tarde tocaba a su fin y el conductor del coche, un viajante de comercio de mediana edad que aquí llamaremos señor Bell, estaba cansado. Suspiraba por poder pararse y hacer una siesta. Pero sólo le faltaban unos cientos sesenta kilómetros para llegar a destino: Omaha, Nebraska, sede de la gran industria de conservas de carne para la que trabajaba. El reglamento de la empresa prohibía a los viajantes llevar en el coche a auto-stopistas, pero Bell muchas veces no lo tenía en cuenta, sobre todo si estaba aburrido y le entraba sueño. Así que cuando vio a los dos muchachos que aguardaban al borde de la carretera, frenó inmediatamente.Parecían buenos chicos. El más alto, un tipo delgado pero fuerte, de pelo rubio pardusco, cortado a cepillo, tenía una sonrisa atractiva y muy buenos modales. Su compañero, el enano, que llevaba en la mano derecha una armónica y con la izquierda sostenía una maleta de paja llena hasta reventar, parecía bastante simpatico, tímido, pero agradable. El señor Bell, totalmente ignorante de las intenciones de sus invitados (que incluían estrangularlo con su cinturón y abandonarlo, tras robarle coche y dinero, en la inmensa fosa de la pradera), se alegraba de tener compañía, alguien con quien hablar y que le mantuviera despierto hasta llegar a Omaha."
Truman Capote
A sangre fría
1 comentario:
¡Te hiela la sangre!
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