"Me acosté y no dormí. A las tres o cuatro de la mañana prendí la luz. Busqué el libro imposible, y volví las hojas. En una de ellas vi grabada una máscara. En ángulo llevaba una cifra, ya no sé cuál, elevada a la novena potencia.
No mostré a nadie mi tesoro. A la dicha de poseerlo se agregó el temor de que lo robaran, y después el recelo de que no fuera verdaderamente infinito. Esas dos inquietudes agravaron mi ya vieja misantropía.
Me quedaban unos amigos; dejé de verlos. Prisionero del Libro, casi no me asomaba a la calle. Examiné con una lupa el gastado lomo y las tapas, y rechacé la posibilidad de algún artificio. Comprobé que las pequeñas ilustraciones distaban dos mil páginas una de otra. Las fui anotando en una libreta alfabética, que no tardé en llenar. Nunca se repitieron. De noche, en los escasos intervalos que me concedía el insomnio, soñaba con el libro.
Declinaba el verano, y comprendí que el libro era monstruoso. De nada me sirvió considerar que no menos monstruoso era yo, que lo percibía con ojos y lo palpaba con diez dedos con uñas. Sentí que era un objeto de pesadilla, una cosa obscena que infamaba y corrompía la realidad.
Pensé en el fuego, pero temí que la combustión de un libro infinito fuera parejamente infinita y sofocara de humo al planeta.
Recordé haber leído que el mejor lugar para ocultar una hoja es un bosque. Antes de jubilarme trabajaba en la Biblioteca Nacional, que guarda novecientos mil libros; sé que a mano derecha del vestíbulo una escalera curva se hunde en el sótano, donde están los periódicos y los mapas. Aproveché un descuido de los empleados para perder el Libro de Arena en uno de los húmedos anaqueles. Traté de no fijarme a qué altura ni a qué distancia de la puerta.
Siento un poco de alivio, pero no quiero ni pasar por la calle México."
El libro de arena
Jorge Luis Borges
4 comentarios:
¡Ah, el aroma a Borges!
El año que viene uno de mis amigos, junto con su esposa y, tal vez,con dos de sus sobrinos, viajará a la Argentina.
Es un viaje de placer.Pero no dudo que secretamente va en busca del Libro de Arena,que yace oculto, como se sabe, entre novecientos mil libros de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires.Sé, también, porque lo he leído en el brillo codicioso de sus ojos,que espera que el Libro de Arena le lleve a otro libro perdido,del que nada se sabe y, no menos valioso,que los libreros persiguen afanosamente:el "Tratado del pájaro solitario",del místico y poeta español San Juan de la Cruz.
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Ese amigo sabrá ser generoso, Higinio, y, como diría aquél que trasmutó EL TRASATLÁNTICO en EL BUQUE, espero que, a falta de EL LIBRO DE ARENA, sepa entregarte LA BIBLIA DE BARRO.
¿Dónde esconderíais el Libro de Arena? ¿Si la mejor opción es la de Borges (que es la de la Carta robada), cual sería la segunda mejor opción? quizás...
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