"A los setenta años, ya achacoso,
sintió el maestro un gran ansia de paz.
Moría la bondad en el país
y se iba haciendo fuerte la maldad.
Se abrochó los zapatos.
Empaquetó las cosas necesarias.
Pocas. Pero algo había que llevar.
La pipa en que fumaba cada noche.
El libro que leía a todas horas.
Algo de pan blanco.
Gozó mirando el valle, y lo olvidó
cuando la senda comenzó a ascender.
Rumiaba el buey, alegre, hierba fresca
mientras llevaba al viejo.
Pues iba muy de prisa para él.
Caminó cuatro días entre peñas
hasta que un aduanero lo paró.
¿Alguna cosa de valor? -Ninguna.
-Es un maestro -dijo el joven guía del buey.
Y el aduanero comprendió.
Y el hombre, en un impulso afectuoso,
aún preguntó: -¿Qué ha llegado a saber?
Y el muchacho explicó: -Que el agua blanda
hasta a la piedra acaba por vencer.
Lo duro pierde..."
sintió el maestro un gran ansia de paz.
Moría la bondad en el país
y se iba haciendo fuerte la maldad.
Se abrochó los zapatos.
Empaquetó las cosas necesarias.
Pocas. Pero algo había que llevar.
La pipa en que fumaba cada noche.
El libro que leía a todas horas.
Algo de pan blanco.
Gozó mirando el valle, y lo olvidó
cuando la senda comenzó a ascender.
Rumiaba el buey, alegre, hierba fresca
mientras llevaba al viejo.
Pues iba muy de prisa para él.
Caminó cuatro días entre peñas
hasta que un aduanero lo paró.
¿Alguna cosa de valor? -Ninguna.
-Es un maestro -dijo el joven guía del buey.
Y el aduanero comprendió.
Y el hombre, en un impulso afectuoso,
aún preguntó: -¿Qué ha llegado a saber?
Y el muchacho explicó: -Que el agua blanda
hasta a la piedra acaba por vencer.
Lo duro pierde..."
Bertolt Brecht
Historias del Calendario.
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