miércoles, 21 de mayo de 2008

Sobre las cosas ocurridas a bordo de la Goleta Banbury

"En la primavera de 1930 - por motivos de salud y reposo- decidí emprender un largo viaje por mar. La razón principal que me decidió a hacerlo fue que mi situación en el continente europeo se volvía de día a día más embarazosa y decididamente cada vez menos clara. Por eso le escribí a un amigo mío, un armador de Birmingham, Mr. Cecil Burnett, pidiéndole que me encontrara sitio en uno de sus innumerables barcos, y recibí de inmediato una breve respuesta telegráfica: -Berenice, Brighton, 17 abril 9 en punto-.

Pero en el puerto de Brighton había tantos veleros anclados y tantos vapores, y la carga del puerto imposibilitaba de tal manera la libertad de movimientos, que llegué con un retraso de quince minutos, lo que no impidió que los marineros y estibadores comenzaran a gritar animadamente, como siempore ocurre:- ¡Corra, corra más rápido, todavía está a tiempo.. más de prisa, más de prisa...no se duerma!; en efecto, logré alcanzar el barco en una lancha de vapor, aunque habiendo tenido que dejar en el muelle mi equipaje. Lanzaron una escalera de cuerda y yo subí a cubierta, sin poder leer el nombre del navío, escrito con grandes letras blancas en la parte izquierda de la popa. Se trababa de una hermosa goleta de tres mástiles con una capacidad por lo menos de cuatro mil toneladas, y , como pude deducir por la disposición de las velas, se dirigía rumbo a Valparaiso, con un cargamento de sardinas y de arenques. El capitán Clarke, un verdadero lobo de mar, con las mejillas curtidas por el viento, me dijo sencillamente:
- Bienvenido a bordo de la goleta Banbury, sir."

Witold Gombrowicz

Bakakai

1 comentario:

Ar Lor dijo...

Una buena entrada, Ulises.