sábado, 12 de julio de 2008

Del Miño al Bidasoa

Como Dupont y el vagabundo van agotando ya sus horas y sus minutos de compañía, no saben lo que decirse.
-A lo mejor volvemos a encontrarnos algún día, ¡todo pudiera ser!, en el sitio que menos vayamos a pensarlo.
-¡Quién sabe!
-¿Usted se alegraría?
Hombre, ¡yo sí! Puede usted estar seguro.
El Baztanzubi, después de cruzar el Oronoz, se estrecha por la garganta de Ascape, y más tarde lame los muros de Elizondo y se cuela, hacia el norte, por el valle del Baztán, que es uno de los más hermosos panoramas del mundo entero.
Siempre en el camino de Francia, el vagabundo se para al llegar a Malla, al pie del puerto de Otsondo.
-De aquí no sigo. Que Dios le bendiga, hermano, y que todos los compañeros de camino con los que haya de encontrarse en sus días no le resulten peor de lo que yo le resulté.
El vagabundo dijo sus palabras emocionada y temblorosamente. Dupont le miró a los ojos.
-Adios. Yo también le deseo a usted mucha ventura, toda la ventura que pueda caberle en el cuerpo a un hombre.
Del Miño al Bidasoa
Camilo José Cela

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