sábado, 16 de agosto de 2008

Místicos y Magos del Tibet

Alexandra David-Néel en 1886
Al día siguiente, de madrugada, Dawasandup y yo partimos para Gangtok.
El camino de herradura que seguíamos se adentraba en el Himalaya, tierra sagrada que la tradición hindú puebla de sabios, ascetas, autores de prodigios y dioses. Las estaciones estivales fundadas al margen por los extranjeros apenas han cambiado su aspecto. La selva virgen recobra sus derechos a pocos kilómetros de los grandes hoteles, donde se baila al son del tango. Flotando entre las nieblas errantes, un extraño desfile de árboles, envueltos en largas lianas de un verde lívido, esboza gestos inquietantes ante los viajeros. En la jungla exuberante, desde los valles hasta los altos picos cubiertos de nieves perpetuas, todo el país se ve envuelto por una atmósfera de misterio indecible.
Místicos y Magos del Tibet
Alexandra David-Néel

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