8
Al llegar a la ciudad de hielo, edificada en medio de las cumbres, me sentía plenamente dichoso; una gran serenidad se adueñaba de mí, y me iba tornando inconsciente. Veía como mis manos se convertían en trozos de agua cristalina.
19
Playas desamparadas, erizadas de mástiles negros, de postes como de madera quemada.
49
¿Ella ha estado aquí? -preguntó a la silenciosa pareja que, en la penumbra, permanece apoyada contra la pared de la iglesia de un pueblo desconocido. -Sí- me dicen. Y tú también estuviste, pero ya no lo recuerdas.
80 Sueños
Juan Eduardo Cirlot
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