El camino de las nubes blancasLa montaña del Kailas está tan cerca que al peregrino le parece como si pudiese acercarse y tocarla...Ya no era posible elegir un camino entre los pedruscos que cubrían el terreno a lo largo de incontables kilómetros por delante de mi: la noche me rodeaba totalmente y sin embargo, ante mi asombro, fui saltando de piedra en piedra sin resbalar en ningún momento ni fallar una pisada, pese a calzar unas endebles sandalias. Y entonces comprendí que una extraña fuerza había tomado mi cuerpo, una conciencia que ya no estaba dirigida por mis ojos o mi cerebro. Mis extremidades se movían como en trance, notaba las cosas sólo como en un sueño. Incluso mi cuerpo se había hecho distante, casi independiente de mi voluntad. Yo era como una flecha que seguía infaliblemente su trayectoria mediante la fuerza de su ímpetu inicial, y lo único que sabía era que bajo ninguna condición debía romper aquel hechizo que me había capturado.Sólo más tarde comprendí qué había sucedido: inconscientemente y bajo la presión de las circunstancias y el acuciante peligro, yo me había convertido en un lung-gom-pa, un caminante en trance que, olvidándose de todos los obstáculos y de la fatiga, avanza hacia el objetivo propuesto tocando apenas la tierra. Por eso para un observador lejano puede dar la impresión de que el caminante en trance está suspendido en el aire, apenas rozando levemente la superficie de la tierra.
Anagarika Govinda
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