Fue en el extremo Sur, donde Chile se desgrana y se desgrana. Los archipiélagos, los canales, el territorio entrecortado, los ciclones de la Patagonia, y luego el Mar Antártico.
Allí la encontré: colgaba del pontón pútrido, grasiento, enhollinado. Y era patética aquella diosa en la lluvia fría, allí en el fin de la tierra.
Entre chubascos la libertamos del territorio austral. A tiempo, porque algún año después el pontón se fue con el maremoto a la profundidad o al mismo infierno. Aquél, cuando fue nave, se llamó Sirena. Por eso ella conserva su nombre de Sirena. Sirena de Glasgow. No es tan vieja. Salió del astillero en 1886. Terminó transportando carbón entre las barcas del Sur.
Sin embargo, cuánta vida y oceáno, cuánto tiempo y fatiga, cuántas olas y cuántas muertes hasta llegar al desamparado puerto del maremoto! Pero también, a mi vida.
Una casa en la arena
Pablo Neruda
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