martes, 23 de septiembre de 2008

Un bárbaro en Asia

Entre todas las estaciones del mundo, la Estación de Calcuta es prodigiosa. Las aplasta a todas. Solamente ella es una estación. El edificio en sí no tiene nada de particular. Sin duda. ¿Entonces? Pero sólo en Calcuta he sentido lo que es una estación, lo que es un lugar donde las personas esperan trenes.
En Calcuta las personas realmente esperan.
Hay unas treinta vías y otros tantos andenes. Cada andén regido por una puerta de hierro.
Entre esas puertas y la ciudad de Calcuta está el inmenso vestíbulo de la estación.
Ese vestíbulo es un dormitorio. Frente a la puerta que los separa del tren que esperan, están acostados, durmiendo con un ojo sobre sus valijas rosadas.
Esa impresión del más allá de las vías..., esa espera de la partida, y sin embargo ese sueño, esa gente desecha por la fatiga ante la sola idea de viajar, esa preocupación de tener su descanso, su descanso ante todo...
Esa impresión es única.

Un bárbaro en Asia
Henri Michaux

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