jueves, 30 de octubre de 2008

La vida en su plenitud

Vista panorámica de Barcelona, 1929
Nada
Segunda parte
XXV
Bajé las escaleras despacio. Sentía una viva emoción. Recordaba la terrible esperanza, el anhelo de vida con que las había subido la primera vez. Me marchaba ahora sin haber conocido nada de lo que confusamente esperaba: la vida en su plenitud, la alegría, el interés profundo, el amor. De la casa de la calle de Aribau no me llevaba nada. Al menos, así creía yo entonces.
De pié al lado del largo automóvil negro, me esperaba el padre de Ena. Me tendió las manos en una bienvenida cordial. Se volvió al chófer para recomendarle no sé qué encargos. Luego me dijo:
-Comeremos en Zaragoza, pero antes tendremos un buen desayuno-se sonrió ampliamente-; le gustará el viaje, Andrea. Ya verá usted...
El aire de la mañana estimulaba. El suelo aparecía mojado con el rocío de la noche. Antes de entrar en el auto alcé los ojos hacia la casa donde había vivido un año. Los primeros rayos del sol chocaban contra sus ventanas. Unos momentos después, la calle Aribau y Barcelona entera quedaban detrás de mí.
Nada
Carmen Laforet

2 comentarios:

Gavilán dijo...

Qué bueno, Ar Lor.

Ar Lor dijo...

"la vida en su plenitud, la alegría, el interés profundo, el amor."
¡Qué frase! ¡Quién pudiera vivir en ella¡