viernes, 7 de noviembre de 2008

El Templo de la Verdad

Jules Joseph Lefebvre: La Vérité
El VIAGE
DE UN FILÓSOFO
A SELENÓPOLIS,
CORTE DESCONOCIDA
DE LOS HABITANTES DE LA TIERRA

CAPÍTULO VII
El Templo de la Verdad.
Los poetas han colocado la verdad en lo profundo de un abismo inaccesible al espíritu humano; esto es ya un hipérbole: mejor hubieran hecho en ponerla en un desierto árido, rodeada de monstruos que impiden acercarse a ella, monstruos tales como las pasiones, el interés, la adulación y las preocupaciones, los que se necesita vencer para llegar a ella.
A pesar de que la verdad está rodeada de nubes, cuando se la busca con el ingenuo deseo de hallarla, se la encuentra, a lo menos, del modo posible a la inteligencia humana, pero siempre de un modo suficiente para la necesidad.
Por este principio, harto innegable, los Selenitas habían erigido a la verdad un templo de una estructura sencilla pero noble, en el cual, para quitar toda sospecha de idolatría, no había ningún culto. El edificio estaba situado en medio de un monte espeso, separado del tumulto de las cortes y grandes ciudades, mansiones poco propias para la meditación y el retiro interior. Las estatuas con que estaba adornado, hechas por los artistas más hábiles, representaban por un lado el odio, la envidia, la lisonja, la sátira, la ambición, la idolatría, el fanatismo y la superstición, encadenados y atormentados por las furias; y por el otro, la justicia, el desinterés, la sinceridad, la sumisión al Soberano, el respeto por las leyes, la amistad y la beneficencia, coronadas de flores por las musas.
En el fondo del templo se veía, sobre un altar que se alzaba majestuosamente, a la verdad cubierta de un velo ligero. Este ser metafísico, considerado como emanación del Ser Supremo, atraía allí las personas de un carácter dulce y sensible, devotos de la verdad y ansiosos de conocerla. Con este deseo concurrían al templo, pero rara vez salían de él sin conseguirlo, si antes de entrar allí se habían despojado de las pasiones y del uso engañador de los sentidos.
El Viage de un Filósofo a Selenópolis
Antonio Marqués y Espejo

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