A diferencia de los viajes que se emprendían en barco de vela, a camello o sobre elefantes -ataviados de manera ostentosa-, los viajes circulares utilizan transportes más modestos, por ejemplo, un taxi, un tren o un camión rojo de dos pisos, típicamente londinense, y lo que veo yo, Nora García, es lo que se ve desde la altura, y no toda la altura; estoy sentada arriba y atrás; además fumo, y bien sabemos que en una sociedad puritana los fumadores merecen un castigo: ya no se puede fumar ni siquiera en el segundo piso de un autobús y muy pronto ni siquiera en la calle. Si estuviera sentada en la parte delantera del vehículo podría ver con claridad el panorama; en la parte posterior se pasa al lado de los árboles florecidos de la primavera y parecería que con la ventana abierta fueran a destrozarme la cabeza; pero es sólo un rozón, tropiezan con el autobús y rayan la bella pintura roja, dejándola marcada, cicatrizada, para hacer juego con los asientos remendados del interior. Viajo en un autobús número 14 con plataforma abierta, un autobús de los antiguos, que, cuando estuve en Londres, eran aún muy numerosos.
Una historia de amor
Margo Glantz
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