viernes, 5 de diciembre de 2008

El buque fantasma

Clovis Trouille. El buque fantasma
Los marineros habían descubierto también la aparición, y la leyenda era bien conocida por todos. Muchos soldados subieron a cubierta al enterarse de lo que ocurría, y poco tiempo después centenares de ojos contemplaban el extraño buque, hasta que un fuerte chubasco, acompañado de truenos y relámpagos, envolvió a la Vrow Katerina en una obscuridad casi completa. Un cuarto de hora después se despejó la atmósfera; pero el buque que excitaba la curiosidad general había desaparecido.
-Debe haber naufragado durante el chubasco -dijo el capitán Barentz-. Eso supuse que ocurriría. ¿Quién se atreve a llevar tanta vela durante un temporal semejante?
Felipe no quiso contestar a los desatinos de Barentz. Comprendía que iban todos a perecer, y al considerar el número de personas que iban a bordo temblaba de pies a cabeza. Después de una breve pausa dijo:
-La tempestad no ha terminado todavía, y me parece, capitán, que no hay buque que pueda resistir largo tiempo. Por lo tanto debemos hacer rumbo a la Bahía de la Tabla para refugiarnos allí y reparar las averías.
-No abrigue usted temor alguno -repuso el interpelado- barcos como el nuestro no se sumergen jamás.
-¡Maldita sea! -exclamó entonces uno de los marineros, que se había aproximado-. El señor Vanderdecken tiene razón: debemos ir a la Bahía de la Tabla antes que sobrevenga algo peor. Este buque que acaba de desaparecer debe servirnos de aviso... Pregúntelo usted al señor Vanderdecken, que está bien enterado, porque es un completo marino.
-Sólo puedo decir -replicó el aludido- que siempre que ese barco se ha cruzado en mi camino han ocurrido desgracias.
-¿Y qué tiene ese barco de particular para inspirar tanto temor? -preguntó el capitán Barentz-. LLevaba demasiada vela y ha naufragado.
-Esa fragata no naufraga jamás -replicó uno de los marineros.

El buque fantasma
Capitán Marryat

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