viernes, 5 de diciembre de 2008

La bella durmiente

José Luis Corella. La bella durmiente
Ya en mis años juveniles empecé a interesarme por La bella durmiente. Cuando retrocedo atentamente con el pensamiento y reavivo el recuerdo de mis primeros esfuerzos y tentativas, me viene a la mente el sincero empeño con que, a menudo, intentaba aproximarme al delicioso y encantador personaje del cuento con versos delicados o burdos, húmedos o secos, frondosos o escuálidos, finos o duros. No lograba quitarme de la cabeza su maravilloso sueño de cien años. Un sopor profundo y centenario no es, sin duda, una nimiedad. ¡Veamos la cosa un poco más de cerca!
Durante aquellos cien años, más de un aventurero o caballero temerario, valiente y enamorado tuvo que pagar su temeridad, osadía, valentía y enamoramiento con la propia vida. Entre las espinas perecían todos aquellos ilustres caballeros, barones, condes, nobles donceles y retoños aristocráticos que con mejillas frescas, teñidas de rubor juvenil, con labios florecientes y rizos rubios, con ardientes ojos azules, imaginación fogosa, una frente serena, bella y valerosa, con miembros ágiles y flexibles, espada en mano, caballeresca pluma en el sombrero, a pie o a caballo, el juvenil corazón rebosante de juveniles fantasías, recorrían parajes oscuros y luminosos para calmar su impetuoso, desenfrenado deseo de arrancar el encanto y la felicidad del seno misterioso de la existencia y de la vida. Muchos fueron los hermosos y entrañables jóvenes, muchos los buenos, audaces y valerosos hombres que, debido a la dulce doncella dormida de cuya belleza se hablaba en todos los parajes, se asfixiaron y encontraron una precoz muerte en el despiadado abrazo de los inmisericordes matorrales.

Vida de Poeta
Robert Walser

1 comentario:

Ar Lor dijo...

Veo Higinio que Walser es uno de los que citas con preferencia.
Su prosa es muy hermosa y muy profunda:
" Qué viejo había sido ya de joven! ¡Cómo la conciencia de no tener un hogar en ningún sitio había logrado paralizarlo y asfixiarlo interiormente! ¡Qué hermoso era pertenecer a alguien en el odio o en la impaciencia, en el amor o en la melancolía! Un triste entusiasmo se apoderaba de Joseph siempre que desde alguna ventana abierta sentía que el mágico calor de un hogar se reflejaba en él, el solitario, el errante, el apátrida, de pie en medio de la calle fría. "
(El ayudante)