domingo, 21 de diciembre de 2008

El misterio del valle de Boscombe

Frank Willes. Sherlock Holmes
Estábamos mi esposa y yo desayunando una mañana, cuando la doncella entró con un telegrama. Era de Sherlock Holmes, y decía:
"¿Puede usted disponer de un par de días? Acaban de telegrafiarme desde el oeste de Inglaterra en relación con la tragedia del valle de Boscombe. Me alegraría de que usted me acompañase. Aires y panoramas estupendos. Salgo de Paddington en el tren de las 11.15.".
-¿Qué me dices, cariño? -me preguntó mi esposa, mirándome por encima de la mesa-. ¿Irás?
-La verdad es que no sé qué decir. Mi lista de clientes es ya bastante larga.
-Bueno, Anstruther los atendería por ti. Te has puesto algo pálido en estos últimos tiempos. Creo que el cambio te beneficiará, y además, siempre te interesan muchísimo los casos del señor Sherlock Holmes.
-Demostraría desagradecimiento si no me interesasen, en vista de lo que yo gané a consecuencia de uno de ellos -le contesté-. pero si quiero ir es preciso que haga la maleta inmediatamente, pues sólo falta media hora.
De mis experiencias de la vida de campamento en el Afganistán había sacado, por lo menos, el convertirme en un viajero siempre rápido y dispuesto. Mis necesidades eran pocas y sencillas, de modo que en menos tiempo que el indicado estaba ya dentro de un coche de alquiler con mi maleta, rodando camino de la estación de Paddington. Sherlock Holmes se paseaba de un lado para otro por el andén, y su figura alta y enjuta parecíalo todavía más por el efecto de su larga capa gris de viaje y de su gorra de paño ajustado.
-Ha sido usted verdaderamente bondadoso viniendo, Watson -me dijo-. Para mí supone notable diferencia en tener de compañero a un hombre en el que puedo confiar plenamente. La ayuda de personas del lugar mismo suele ser o inútil o influida en un sentido determinado. Instálese usted y reserve los dos asientos rinconeros, que yo sacaré mientras tanto los billetes.

El misterio del valle de Boscombe
Arthur Conan Doyle

1 comentario:

Ar Lor dijo...

¡Cuánto daría por ir en ese departamento de tren! ¡Qué atmosfera de misterio y glamour!