¡Oh, Venecia! ¿Cómo defenderse contra ti? Ni contra ti ni contra lo que tú, bendita, alumbraste... LLega a ti un día el viajero; tal vez desconfiado, ha querido armarse previamente, para evitar valoraciones demasiado rutinarias y blandas, demasiado hijas de un hechizo convencional y mediocre. Se ha dicho, por ventura: "Valdrá más guardar el puro entusiasmo para una Florencia o para algunas de esas ciudades de la Italia del Norte, de belleza más recóndita y más difícil. Venecia posee esta calidad de ópera, que el vulgo confortable toma, tan fácilmente, por una categoría estética..." ¡Inútil precaución, mezquina coraza para la sensibilidad! LLega, digo, el díscolo a Venecia; y a la media hora Venecia le ha conquistado; le ha conquistado para toda la vida, narcotizándole a la vez el sentido crítico y la moral. Como hay mujeres, hay ciudades así.
Venecia
Eugenio D'ors
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