Y otra vez, en el curso de ese mismo viaje, durante la travesía de ese mismo océano, también ya estrenada la noche, en el gran salón del puente principal se produjo el estallido de un vals de Chopin que conocía de un modo secreto e íntimo porque había intentado aprenderlo durante meses y nunca había logrado interpretar correctamente, nunca, lo cual fue motivo de que, enseguida, su madre consintiera en permitirle abandonar el piano. Esa noche, perdida entre noches y noches, de eso estaba segura, la chiquilla la pasó en ese barco y estaba allí cuando se produjo el estallido de la música de Chopin bajo el cielo iluminado de brillanteces. No había un soplo de viento y, en el paquebote negro, la música se propaló por todas partes, como una exhortación del cielo de la que no se supiera de qué trataba, como una orden de Dios de la que se ignoraba el contenido. Y la joven se levantó como para ir a su vez a matarse, a arrojarse a su vez al mar y después lloró porque pensó en el hombre de Cholen y no estaba segura, de repente, de no haberle amado con un amor que le hubiera pasado inadvertido por haberse perdido en la historia como el agua en la arena y que lo reconocía sólo ahora en este instante de la música lanzada a través del mar.
Traducción de Ana Mª Moix
Traducción de Ana Mª Moix
El amante
Marguerite Duras
1 comentario:
Superior, Higinio.
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