Abriendo el sueño lento de las aguas,
la noche de los remos y las islas,
la infancia de los puertos no olvidados,
el invierno nublado del destino,
zarpamos mar adentro con Ulises.
No encontramos, tal vez, más que presagios,
buscando en la insegura transparencia,
la luz de las leyendas prometidas.
Perdimos al amigo y nos bañaron
las olas de la duda y la nostalgia.
Y una tarde muy fría regresamos
sin más tesoro antiguo que la lágrima
humilde del amor en nuestras manos.
Nos esperaron siempre y no olvidaron.
Y nos reconocieron en la herida
heredada y veraz de nuestras fábulas.
Herencia y fábula
Vicente Valero
sábado, 10 de enero de 2009
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