A quien revisa atados de correspondencia vieja, un sello retirado de la circulación hace ya tiempo y pegado en algún sobre frágil, le dirá a menudo más que docenas de páginas leídas. A veces aparecen pegados en postales y uno no sabe si despegarlos o guardar tal cual la tarjeta postal, como la hoja de algún gran pintor que tuviera en la cara y al dorso dos dibujos distintos e igualmente valiosos.
¿Se quiebra tal vez en la gama cromática de las series largas la luz de algún sol exótico? ¿Capturarían acaso en los correos centrales de los Estados Pontificios o de Ecuador rayos que nosotros no conocemos?
El niño mira la remota Liberia a través de unos gemelos de teatro que sostiene al revés: allí está, tras su franjita de mar, con sus palmeras, tal como la muestran los sellos. Navega con Vasco de Gama alrededor de un triángulo que es isósceles como la esperanza y cuyos colores cambian según el tiempo. Prospecto de viaje del cabo de Buena Esperanza. El cisne que se ve en los sellos australianos será siempre, incluso en los valores azules, verdes y marrones, el cisne negro que sólo existe en Australia y aquí se desliza sobre las aguas de un estanque como sobre el más pacífico de los oceános.
Dirección única
Walter Benjamin
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