viernes, 13 de febrero de 2009

Dzhan

Henry Sandham. Convictos rusos en ruta a Siberia.
-Conozco ese pueblo, he nacido allí -dijo Chagatayev.
-Por eso te mandan -explicó el secretario-. ¿No te acuerdas cómo se llama ese pueblo?
-No se llama de ninguna manera -contestó Chagatayev-. Pero ellos mismos se han dado un nombre.
-¿Cómo es?
-Dzhan. Significa el alma o la vida feliz. El pueblo no tenía nada aparte del alma y la vida que les daban las mujeres-madres, porque les trajeron al mundo.
El secretario frunció el ceño y se puso triste.
-Entonces, todo lo que tienen es un corazón, y sólo cuando late.
-Sólo el corazón -confirmó Chagatayev-, sólo la vida; más allá del cuerpo no les pertenece nada. Pero la vida tampoco era de ellos, les parecía que lo era.
-¿Te dijo tu madre quiénes eran los Dzhan?
-Sí. Gente que había huido, huérfanos de todas partes y esclavos viejos y enfermos, a los que habían hechado. También había mujeres que habían engañado a sus maridos y que se ocultaban allí por miedo, llegaban chicas enamoradas de alguien que se había muerto de repente y que no querían casarse con otro. También vivían hombres que no conocían a Dios, que se burlaban del mundo, criminales... Pero no recuerdo a todos, era pequeño.
-Vete a buscarlos. Encuentra a ese pueblo perdido...

Dzhan
Andrei Platónov

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