Sinda Gregory: ¿A qué tipo de cosas se refiere? ¿A pequeñas cosas, como una llamada telefónica equivocada (que inspira el argumento de La ciudad de cristal), o algo más insólito, como encontrar por casualidad a su padre en el Palacio de la Luna después de muchos años?
Paul Auster: Me refiero tanto a las pequeñas cosas como a las grandes. Conocer a tres personas llamadas George en un mismo día. O registrarse en un hotel y que el número de la habitación coincida con el de la casa de uno. Hace siete u ocho años, mi esposa y yo fuimos invitados a una cena en Nueva York, y en la mesa había un hombre encantador, muy educado, con gran inteligencia y sentido del humor, un sorprendente orador que cautivó a todos los comensales con sus relatos. Mi esposa se educó en un pequeño pueblo de Minnesota y en un momento dado pensó: "Para esto he venido a Nueva York, para conocer a personas como ésta". Más tarde, todos comenzamos a hablar sobre nuestra infancia y los sitios donde habíamos crecido y dio la casualidad que el hombre que la había hechizado, el que ella había considerado una encarnación de la sofisticación de Nueva York, procedía del mismo pueblo de Minnesota que ella. ¡El mismo pueblo! Era increíble, como algo sacado de una novela de O. Henry.
Traducción de María Eugenia Ciocchini
El arte del hambre
Paul Auster
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