En un sueño le fue revelado a la Primaluna que tenía parientes en la Luna. Ya lo había sospechado, pues nunca ha ido a un país sin tropezar con gente que le resulte familiar y conocida. Amigos no eran, nunca los había visto y tampoco entendían su idioma. Era más bien algo en su aspecto: la inclinación de la cabeza, la redondez de las uñas, la posición expectante de los pies.
Tras un tanteo inicial encuentran por lo general una tercera lengua que les permite entenderse, se sientan juntos, intercambian sus linajes y pronto reducen las aparentes distancias. Mucho se ha peregrinado en este mundo y los hombres abandonan su país por infinidad de motivos. la Tierra es pequeña, hoy lo sabemos, y poco significan las distancias. Ya han dado con un nombre que les suena a ambos, y con un poco de paciencia y muchísimo tacto comprueban, quién lo creería, que pertenecen a la misma familia y que hasta habían sospechado de su mutua existencia. Quien tenga disposición para estas cosas y mantenga alerta los ojos y el recuerdo vivo, no tendrá que preocuparse de buscar amigos, pues hallará parientes en todas partes.
"Llevo un registro de ellos", dice la Primaluna, "y no viajo por ningún otro motivo. Aún no he estado en un país donde no haya encontrado parientes. El mundo no puede ser tan malo como dicen. ¿Por qué no buscan todos a sus familias? En vez de viajar al extranjero para ser un extranjero, hay que viajar para sentirse en su país".
"Llevo un registro de ellos", dice la Primaluna, "y no viajo por ningún otro motivo. Aún no he estado en un país donde no haya encontrado parientes. El mundo no puede ser tan malo como dicen. ¿Por qué no buscan todos a sus familias? En vez de viajar al extranjero para ser un extranjero, hay que viajar para sentirse en su país".
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Elías Canetti
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