Seis días después Hervé Joncour se embarcó, en Takaoka, en un barco de contrabandistas holandeses que lo llevó hasta Sabirk. Desde allí ascendió por la frontera china hasta el lago Baikal, atravesó cuatro mil kilómetros de tierra siberiana, superó los Urales, llegó hasta Kiev y recorrió en tren toda Europa, de este a oeste, hasta entrar, después de tres meses de viaje, en Francia. El primer domingo de abril -justo a tiempo para la misa mayor- llegó a las puertas de Lavilledieu. Se detuvo, dio gracias al Señor, y entró en el pueblo a pie, contando sus pasos, para que cada uno tuviera un nombre, y para no olvidarlos nunca más.
-¿Cómo es el fin del mundo? -le preguntó Baldabiou.
-Invisible.
A su mujer, Héléne, le trajo de regalo una túnica de seda que ella, por pudor, nunca se puso. Si se sostenía entre los dedos, era como coger la nada.
-¿Cómo es el fin del mundo? -le preguntó Baldabiou.
-Invisible.
A su mujer, Héléne, le trajo de regalo una túnica de seda que ella, por pudor, nunca se puso. Si se sostenía entre los dedos, era como coger la nada.
Seda
Alessandro Baricco
1 comentario:
¡Genial! Y Guan Zeju como ha sabido destacar la túnica sobre el clamor que cubre.
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