No importa cuántas veces dejara uno la tierra -se dijo el doctor Heywood Floyd-, la excitación no se paliaba realmente nunca. Había estado una vez en Marte, tres en la luna, y más de las que podía recordar en las varias estaciones espaciales. Sin embargo, al aproximarse el momento del despegue, tenía conciencia de una creciente tensión, una sensación de sorpresa y temor -sí, y de nerviosismo- que le situaba al mismo nivel que cualquier bobalicón terrestre a punto de recibir su primer bautismo del espacio.
Una odisea espacial
Arthur C. Clarke
2 comentarios:
Lo siento, amigos, aún no he superado mi infancia...
Habrá que viajar al espacio, si no lo hacemos vivos, dejaremos dicho que lo hagan nuestros restos.
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