Ronda, España, Hotel Reina Victoria, 19 de Dbre. 1912.
Querida Lou:
... Emprendí viaje hacia el sur, me detuve asombrado ante Córdoba, tuve tiempo para percatarme que Sevilla no me decía nada, y algo me llevó a Ronda. Y heme aquí ahora donde, en un ambiente no menos increíble espero tan sólo una mejor repartición de la sangre bajo la influencia del aire puro de altura que, procedente de las montañas abiertas en círculo, acaricia por todas partes esta ciudad encaramada también sobre rocas escarpadas.
Cuando despierto por las mañanas aparece ante mi ventana abierta la montaña tranquila, tendida en el espacio puro. ¿Cómo me las arreglo para que esto no me conmueva lo más mínimo? Hace cuatro o cinco años nada más, un amanecer, durante la travesía de Capri en dirección a Nápoles, era capaz de transformarme de arriba abajo en puro gozo, en un gozo completamente nuevo, nunca antes experimentado, un gozo que brotaba de mí y llegaba a todos los seres como el hallazgo de una fuente. Y ahora estoy sentado aquí y miro y miro hasta dolerme los ojos, y trato de grabarme lo que estoy viendo y me lo repito como si tuviera que aprenderlo de memoria, y, a pesar de todo, no lo hago mío y soy sencillamante como uno cualquiera al que esto le estuviera vedado.
Querida Lou:
... Emprendí viaje hacia el sur, me detuve asombrado ante Córdoba, tuve tiempo para percatarme que Sevilla no me decía nada, y algo me llevó a Ronda. Y heme aquí ahora donde, en un ambiente no menos increíble espero tan sólo una mejor repartición de la sangre bajo la influencia del aire puro de altura que, procedente de las montañas abiertas en círculo, acaricia por todas partes esta ciudad encaramada también sobre rocas escarpadas.
Cuando despierto por las mañanas aparece ante mi ventana abierta la montaña tranquila, tendida en el espacio puro. ¿Cómo me las arreglo para que esto no me conmueva lo más mínimo? Hace cuatro o cinco años nada más, un amanecer, durante la travesía de Capri en dirección a Nápoles, era capaz de transformarme de arriba abajo en puro gozo, en un gozo completamente nuevo, nunca antes experimentado, un gozo que brotaba de mí y llegaba a todos los seres como el hallazgo de una fuente. Y ahora estoy sentado aquí y miro y miro hasta dolerme los ojos, y trato de grabarme lo que estoy viendo y me lo repito como si tuviera que aprenderlo de memoria, y, a pesar de todo, no lo hago mío y soy sencillamante como uno cualquiera al que esto le estuviera vedado.
Debo decirte, Lou, que tengo la sensación como si lo que a mí tal vez me podría ayudar fuese un ambiente semejante al que he tenido a tu lado en Schmagendorf: largos paseos por el bosque, correr descalzo y dejar crecer la barba día y noche, un cuarto templado, y la luna tantas veces como se digne salir, y las estrellas, si es que las hay, de lo contrario arrellanarse cómodamente en el asiento y oir la lluvia o la tempestad como si eso fuese Dios mismo.
Cuando hagas algún viaje, querida Lou, acuérdate y toma nota por si ves algún lugar donde esto pudiera ser factible. A veces pienso en la Selva Negra, en la comarca de Triberg, en Rippoldsau; otras veces pienso de nuevo en Suecia, como, por ejemplo, en casa de Ellen Key (pero mejor quisiera no estar "en casa" de nadie), o en su cercanía junto a un lago en medio de los bosques, o en la proximidad de una pequeña ciudad universitaria alemana, pues tener libros, o mejor todavía, una persona con quien se pudiera aprender, eso sería, naturalmente, ideal.
Cuando hagas algún viaje, querida Lou, acuérdate y toma nota por si ves algún lugar donde esto pudiera ser factible. A veces pienso en la Selva Negra, en la comarca de Triberg, en Rippoldsau; otras veces pienso de nuevo en Suecia, como, por ejemplo, en casa de Ellen Key (pero mejor quisiera no estar "en casa" de nadie), o en su cercanía junto a un lago en medio de los bosques, o en la proximidad de una pequeña ciudad universitaria alemana, pues tener libros, o mejor todavía, una persona con quien se pudiera aprender, eso sería, naturalmente, ideal.
Carta a Lou Andreas-Salomé
Rainer Maria Rilke
3 comentarios:
Estuve en la misma habitación donde se hospedaba Rilke. Está, como la dejó. Le pedí la llave al conserje de recepción. Sólo Rilke y yo. Algunas decenas de libros encerrados tras cristales, una mesa frente a la ventana con vistas al campo.A los pocos minutos empecé a notar una presencia que me puso la piel de gallina. Y tuve que salir y cerrar la puerta inmediatamente. Aún hoy, años después, tengo esa sensación al recordarlo.
RilKe escribió su propio epitafio:
"Rosa, oh contradicción pura, placer,
ser el sueño de nadie bajo tantos
párpados."
¿Cogiste algún libro Gavilán?
Estaban encerrados con llave.
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