GeórgicasGeorgica
Liber quartus
[485]-[506]
iamque pedem referens casus evaserat omnis,
redditaque Eurydice superas veniebat ad auras
pone sequens (namque hanc dederat Proserpina legem),
cum subita incautum dementia cepit amantem,
ignoscenda quidem, scirent si ignoscere Manes:
restitit, Eurydicenque suam iam luce sub ipsa
immemor heu! victusque animi respexit. ibi omnis
effusus labor atque immitis rupta tyranni
foedera, terque fragor stagnis auditus Avernis.
illa «quis et me» inquit «miseram et te perdidit, Orpheu,
quis tantus furor? en iterum crudelia retro
fata vocant, conditque natantia lumina somnus.
iamque vale: feror ingenti circumdata nocte
invalidasque tibi tendens, heu non tua, palmas.»
dixit et ex oculis subito, ceu fumus in auras
commixtus tenuis, fugit diversa, neque illum
prensantem nequiquam umbras et multa volentem
dicere praeterea vidit; nec portitor Orci
amplius obiectam passus transire paludem.
quid faceret? quo se rapta bis coniuge ferret?
quo fletu Manis, quae numina voce moveret?
illa quidem Stygia nabat iam frigida cumba.Geórgicas[485]-[506]
LIBRO IV
Y ya, volviendo sobre sus pasos, había superado todos los imprevistos, y Eurídice, a la que había recuperado, llegaba a las auras de arriba, siguiéndole detrás (pues Prosérpina le había puesto esta condición), cuando cogió al imprudente enamorado un acceso súbito de locura, perdonable ciertamente, si los manes supiesen perdonar. Se detuvo, y ya al borde mismo de la luz, sin acordarse, ay, y sin poderse contener, se volvió para mirar a su querida Eurídice. En ese instante, todo su esfuerzo se perdió, quedó roto el pacto del cruel tirano y por tres veces se oyó un fragor en las marismas del Averno. Ella gritó: "¿Qué locura, qué locura tan grande me ha perdido, desgraciada de mí, y te ha perdido, Orfeo? He aquí que por segunda vez los hados crueles me hacen volver y el sueño cierra mis ojos embriagados. Y ahora, adiós. Me llevan envuelta en la vasta noche, y tiendo hacia ti, sin ser tuya, ay, mis manos impotentes." Dijo, y de repente escapó de su vista, alejándose como el humo se une a las brisas sutiles, y no lo vio más, mientras él agarraba en vano las sombras y quería decirle muchas cosas. Y el barquero del Orco no le permitió atravesar más la laguna que se interponía. ¿Qué podía hacer? ¿Adónde dirigirse después que le habían quitado por dos veces la esposa? ¿Qué llanto podía conmover a los manes? ¿Qué dioses podían conmover sus palabras? Ella a no dudarlo navegaba ya fría en la barca estigia.
Virgilio
No hay comentarios:
Publicar un comentario